jueves, 27 de septiembre de 2012

Aborto y polémica

En estos días, en nuestro país (Colombia) el tema del aborto está en polémica, como siempre lo ha sido. Ahora opina el Procurador, la iglesia, ahora todos opinan y pretenden tomar decisiones sobre una facultad que solo tenemos las mujeres. Ahora todos se creen con derecho a decidir acerca de una experiencia  que biologicamente solo podemos vivir nosotras: La Maternidad.

Y como solo nosotras podemos saber de qué se trata eso de ser madres, somos las únicas autorizadas para hablar y decidir frente a ello. Pues son nuestro cuerpo, mente y alma los que permiten dar vida en caso de que lo deseemos. A continuación comparto una caricatura que reafirma mi pensar con respecto al polémico tema. Contradictoriamente es polémico en su mayoría, para personas que no podrán jamás estar embarazadas.

Para terminar parafraseo algo leí por ahí y no recuerdo dónde: "Estamos más pendientes de un embrión que no ha nacido, que  de aquellos niños vivos que mueren de hambre".

Saludos,

@YulieLozada



jueves, 20 de septiembre de 2012

Si mata no es amor

A continuación el documento leído por Dianna Maffi el 22 de abril 2012 en la feria del libro Argentino en la mesa redonda de la SEA (sociedad de escritoras y escritores argentinos) sobre violación sexual, la incompetencia de la ley y la aceptación social: las mujeres siempre tienen la culpa. Esperamos sirva para la reflexión.

Si mata no es amor. Diana Maffía
IIEGE - UBA

En la Cámara de Diputados de la Nación se acaba de dar media sanción al proyecto de incorporar al código penal la figura de “femicidio”,como efecto de la visibilidad de los crímenes de mujeres que forma parte de la estrategia de incidencia política del feminismo. Para que fuera posible mirar los asesinatos de mujeres de esta manera, hizo falta dejar de naturalizar la violencia en las relaciones interpersonales como exceso pasional, y a la vez dejar de ver estos casos como crímenes individuales y percibir el patrón colectivo que los posibilita.
Cuando el psicoanálisis tradicional aplica a las mujeres que sufren violencia la caracterización de “masoquistas”, las hacen corresponsables como víctimas, poniendo énfasis en el vínculo como si fuera patológico e involucrara a una pareja que se vuelve así “anormal”. Pero la crítica feminista precisamente va a poner el foco en las estructuras de dominio y de poder que hacen de toda mujer, por su mera condición de mujer, un sujeto vulnerable a la violencia como reaseguro de la posesión y el sometimiento.
Las acciones de violencia sobre una mujer pueden llevar a esa mujer a la muerte; pero las palabras para describir esa violencia nos ponen en peligro a todas. El propio hecho de comunicar los episodios de violencia extrema y los femicidios en los medios masivos de comunicación tienen efectos paradojales. Ante las noticias difundidas,
muchas mujeres relatan que sufren amenazas de que les va a pasar lo mismo si no son dóciles, o se minimizan sus quejas porque la violencia que sufren no es comparable a la que toma estado publico, o los victimarios imitan como por contagio los mecanismos violentos. 

Este es el caso, a partir del resonante episodio del baterista de “Callejeros”, con la difusión de varones que prenden fuego a las mujeres, episodios que se agudizan multiplicándose cuando son difundidos. Imaginemos el efecto si además estos crímenes permanecen impunes. Su difusión, lejos de darle recursos de advertencia a las posibles víctimas, refuerzan la posición del victimario. Sin embargo, el avance en las políticas públicas contra la violencia, la aceptación del Estado del papel que le cabe en garantizar la integridad de las mujeres como condición de su ciudadanía, comenzó precisamente con un femicidio de gran repercusión: el asesinato de Alicia Muñiz por parte de Carlos Monzón. El reconocimiento público de las figuras involucradas le dio una trascendencia al hecho que pronto pasó a ser debate sobre la violencia doméstica.
Recién a partir de este caso comenzaron a crearse áreas de atención, y a apoyarse a las organizaciones de mujeres que venían luchando contra este flagelo a través de grupos de autoayuda pero sin recursos estatales como dispositivos de salud y de refugio. Mar del Plata, el lugar donde había ocurrido este hecho, fue escenario también de otro escalofriante episodio femicida: el asesinato de prostitutas que se atribuyó a un inexistente “loco de la ruta”, pero que luego de una cuidadosa investigación llevada adelante por un juez local, reveló la trama de corrupción policial, judicial y política en la explotación de la prostitución.
¿Podríamos llamar a estos episodios “femicidio”? Curiosamente, entre los agravantes que acaban de votar los diputados y diputadas, figura el odio racial o la homofobia, pero la condición de prostitución y trata de personas no figura. Evidentemente es costoso pensar la prostitución como una forma de violencia, por eso el aliento oficial a quienes hablan de “trabajo sexual”, ya que de esta forma el prostituyente, por efecto de un eufemismo, se transforma en “cliente”, y el dinero de la transacción elimina el gesto violento de transformar un cuerpo en mercancía.


La ley de Trata, poco después de sancionada, debió ser modificada por las duras críticas que recibió la pretensión de que si la víctima tenía más de 18 años recayera sobre ella la exigencia de probar que había sido engañada. Es decir, la ley presuponía que una persona da consentimiento a su propia esclavitud sexual, si no demuestra lo contrario. Además, las penas por engañar a una mujer para obligarla a ejercer la prostitución tenían la mitad de la pena que merecía el delito de abigeato, el robo de ganado. Es decir, para la ley, robar una vaca equivalía a prostituir a dos mujeres. ¿Cuánto de la mala voluntad para legislar en los casos de trata, para llamar por su nombre a los prostíbulos en lugar de encubrirlos como wiskerías o cabarets, y para sancionar la explotación de la prostitución, tiene su raíz en la impunidad construída para los prostituyentes y en la naturalización del consumo de prostitución por los varones?

A fines del año pasado, otro hecho conmovió a la opinión pública por su gravedad. Una adolescente de 19 años que se había separado de su compañero con quien tenía un hijo pequeño, fue violada por él a la salida de su trabajo. El hombre fue preso, y durante su cautiverio retomó el vínculo con su ex mujer a la que prometió casarse para iniciar una convivencia como familia. El fiscal consideró que era una estrategia para salir de la cárcel, pero ella solicitó el recurso de “avenimiento” para que lo liberaran. Quisiera detenerme unos minutos sobre este recurso, una rémora conservadora y patriarcal en el contexto de un cambio legal muy relevante.

La violación era referida en el código penal como un “delito contra la honestidad”. Claramente, el honor protegido era el de la familia, lo que es decir el honor de quien posee a esa mujer (paradigmáticamente,el padre). Es honor se subsanaba si el violador consentía casarse con la víctima, y entonces cesaba la causa penal contra él. Es más, tan fuerte era la idea de “honestidad” como posesión, que una prostituta, por ejemplo, no podía denunciar una violación; y cualquier mujer debía probar que era “honesta” para que se iniciara la causa penal. Todavía ahora, ante una denuncia y con el paradigma patriarcal bastante vigente a pesar de los cambios, la mujer será indagada sobre su vestimenta, sus hábitos, los horarios y el lugar por donde transitaba y si había trabado algún vínculo con el agresor sexual. En 1999 la figura se modificó. Los “delitos contra la honestidad” pasaron a ser “delitos contra la integridad sexual”. El bien protegido ya no era externo a la víctima, sino que se produjo una revolución semiótica, poniendo a las mujeres, su integridad y autonomía como bien tutelado por la ley. Sin embargo, este giro no fue fácil, y los legisladores más conservadores, a propuesta del entonces diputado José Cafferata Nores, exigieron mantener la figura del “avenimiento” o reconciliación como condición para aprobar el cambio, si bien agregando aclaraciones sobre que éste se hacía sin forzar la voluntad de la víctima, que libremente tomaba su decisión.
Así el Código Penal estableció que en casos de violación y cuando haya relaciones afectivas preexistentes entre víctima y victimario,el tribunal puede excepcionalmente aceptar la propuesta de ella si fue formulada libremente y en condiciones de igualdad y si considera que “es un modo más equitativo de armonizar el conflicto con mejor resguardo del interés de la víctima”.Y entonces se extingue la acción penal¿Es concebible, en una trama de relaciones sociales donde todavía las mujeres se encuentran en muchas formas de sujeción, de dependencia y de sometimiento; después de un delito tan estigmatizante como la violación, hablar de decisión libre por la cual la víctima decide retirar la denuncia porque va a casarse con el violador?Sin embargo, la figura se mantuvo.
En el caso que relatamos, Carla, la adolescente violada por su ex pareja, solicita el avenimiento; y aunque un primer fallo judicial rechazó el recurso ambos insistieron y el acuerdo fue avalado por el 
Tribunal de Impugnación Penal de la provincia de La Pampa, que lo concedió en un fallo dividido. Al segundo día de convivencia,el hombre la mató violentamente. Los medios de comunicación se hicieron un festín con esta historia, ya que de pequeña la muchacha había presenciado el asesinato de su madre en manos de su padre. Pero lo verdaderamente grave del asunto es que profesionales que deberían asegurar la atención adecuada de estos casos,argumentaran que la propia mujer había sido responsable y se había buscado su propia muerte.

Un psicoanalista del Hospital Álvarez, Sergio Sabalza, se pregunta en una nota en La Nación “¿Qué lleva a una persona a contraer un compromiso legal y afectivo con quien atropellara su honor e intimidad?” pregunta que pone la agencia en la mujer. No se pregunta qué lleva a un hombre a violar y luego matar a una mujer con la que ha convivido y con la que tiene un hijo, sino qué la lleva a ella a amarlo. Y como respuesta escribe (y permítanme una cita algo extensa): Un peritaje psicológico advertía el estado de shock en que se encontraba la víctima a causa de la agresión sufrida a manos del violador. Pero tal diagnóstico no es suficiente para explicar la insensatez que demuestra quien no está en condiciones de preservar su seguridad física y psíquica .El colapso psicológico puede arrojar un sujeto a la cama durante semanas, precipitarlo en la depresión o en la perplejidad. Pero no explica cuál es el resorte subjetivo que induce a una persona a volver a padecer el mismo horror.
La observación apunta al corazón del descubrimiento freudiano del inconciente, el masoquismo , por el cual un sujeto goza más allá de lo que sus barreras éticas y estéticas están dispuestas a tolerar. Esta condición erótica, a veces en franca oposición con la moral de la persona, se cuece en el hervor de los primeros cuidados y se termina por sellar en la adolescencia. Aquí el historial nos exime de mayores comentarios: cuando Carla tenía pocos meses de vida, su padre había asesinado a su esposa y madre de Carla. Por eso, a veces las personas no sólo somos víctimas de un agresor actualizado allí en carne y hueso(el cual deber ir a la cárcel, por
supuesto),sino también de nuestra propia condición erótica. La violencia que se agita entre los miembros de las parejas y en el seno de las familias hace más que recomendable que este rasgo tan singular de la condición humana sea tenida en cuenta por la justicia . El ser humano es la única criatura del planeta que vuelve a poner los dedos en el enchufe.
Entendamos bien: el psicoanalista invita a que cuando la justicia juzgue al asesino, tome en cuenta que la víctima tenía una inclinación propia a repetir una escena, que como masoquista buscaba. No me canso de pensar qué llevó a este profesional de la salud mental a escribir esto en un medio de comunicación masivo,qué estaba defendiendo,contra qué malentendido estaba levantando el poder de su discurso autorizado. Tan horroroso fue el efecto de este asesinato, tan burda la disculpa 
de los jueces, que en veloz trámite parlamentario hace unas semanas el Avenimiento fue derogado. Aquello que no era negociable se negoció,aunque el precio fue una vida. La diputada feminista Marcela Rodríguez venía presentando desde 2008 proyectos para derogar la vergonzosa figura del Avenimiento, pero nunca fueron tratados y perdían estado parlamentario, debiendo volver a ser presentados.

Natalia Gaitán, “la Pepa”, era una joven lesbiana que fue asesinada por el padrastro de su novia, asesinada por no esconder una forma de amor no legitimada por las formas silenciosas y opresivas de la sexualidad hegemónica. El debate social sobre este crimen permitió explicitar las formas violentas de conductas homofóbicas, lesbofóbicas y transfóbicas que han terminado en crímenes de odio. Como sociedad hemos avanzado con la ampliación de la ley de matrimonio, y hoy estamos discutiendo en el Senado Nacional la ley de Identidad que recibió media sanción en Diputados en noviembre del año pasado, y que impulsa formas de respeto y autonomía inéditas. Pero como reacción a estos avances, recrudecen estas expresiones amenazantes que exigen a los cuerpos y sexualidades disidentes que no se muestren y que no nos interpelen.


Y como el nombre de esta mesa, “asesinadas en nombre del amor”, me permitió ir mucho más allá del asesinato de una mujer en manos de alguien a quien amó o que dice amarlas, quiero concluir hablando de otras muertes que constituyen un femicidio silencioso: las muertes por abortos inseguros. La presunción de un instintivo amor maternal, encubre el hecho de que por muchas razones las mujeres pueden tener embarazos no deseados. Que no todo embarazo dispara en las mujeres un desborde amoroso que se expresa en abnegación. Y por lo tanto, que no toda mujer está dispuesta a morir, o a sufrir, o a ignorar la violencia de una violación, para continuar la gestación de un embrión que sin ella no puede ser viable. Los casos recientes de niñas de 10 u 11 años, abusadas y embarazadas como consecuencia de ese abuso, a quienes ministros de salud provinciales (como el ministro de Entre Ríos o el de Corrientes) consideran perfectamente saludables para llevar adelante sus embarazos, y por lo tanto niegan la interrupción solicitada por sus madres, ponen de relieve la diferencia profunda entre un cuerpo en primera persona y en tercera persona. Un hombre nunca será portador de un embarazo, su cuerpo nunca gestará una criatura, por lo tanto la deliberación sobre el aborto nunca será en carne propia. Sin embargo,desde sus lugares de poder obligarán a las mujeres y a las niñas a algo inmoral: tener una conducta por encima de su propio deber y de sus propios derechos, negarse para posibilitar otra vida,abnegarse.


El reciente fallo de la Corte Suprema pone claridad sobre el alcance del artículo 86 del Código Penal, que en su inciso 2 dice que no será punible el aborto cuando el embarazo sea “producto de una violación o de un atentado al pudor contra una mujer idiota o demente”. Este inciso habla de dos casos: cuando una mujer sea forzada sexualmente, o cuando esté imposibilitada de consentir la relación sexual por su 
condición mental. En ninguno de los dos casos se la puede obligar a la posible consecuencia de un acto no consentido, en este caso un embarazo, y por eso se autoriza la interrupción en caso de que la mujer así lo decidiera. Que su decisión sea obstruída por el médico, el juez, el cura, el legislador, la corporación de abogados católicos, el ministro y el gobernador, muestra la medida de la enajenación del cuerpo y la voluntad de las mujeres. Que se clandestinicen abortos que son legales, tornándolos inseguros y a veces mortales, es un crimen por omisión de parte del Estado. Que algunos gobernadores hayan salido a desconocer un fallo de la Corte Suprema que ampara el derecho a la salud, sin que el Ministerio de Salud de la Nación salga de su mutismo, muestra que en la negociación del poder las mujeres somos la moneda de cambio pero no los sujetos del pacto democrático.

El empeño puesto por la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito al presentar un proyecto de ley, avalado por diputados y diputadas de distintos bloques que incluyen al oficialismo, tropieza con la cerrada e incomprensible negativa de la Presidenta de la Nación a habilitar el debate parlamentario, justificada en una desventura personal que puede fundar una decisión individual pero de ninguna manera una barrera política para todas las mujeres.Dentro del marco de los derechos humanos, Argentina ha adherido a los objetivos del milenio de Naciones Unidas. Uno de esos objetivos es bajar la mortalidad materna para el 2015. Estamos muy lejos de ese objetivo, y seguiremos incumpliéndolo porque la principal causa de muerte materna es el aborto inseguro.

En noviembre de 2006, durante el Primer Encuentro Nacional de Periodistas con Visión de Género, se conformó la Red PAR ,que lleva su identidad y su objetivo en el nombre: Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista. Como oportuna intervención en la comunicación muchas veces iatrogénica de la violencia, elaboraron un decálogo para informar sobre los hechos que sugieren llamar “violencia de género”, “violencia contra las mujeres” o “violencia machista”,desterrando el equívoco y generalizado concepto de “crimen pasional”, y elaborando un manual que recuerda las múltiples formas de violencia que soportan las mujeres por su mera condición de género, que cuando resultan en muertes consideraremos femicidios. Asíademás de la visible violencia física destacan otras formas que debemos aprender a percibir y valorar en su criminalidad: aislamiento y abuso social, abuso ambiental, abuso económico, conductas de control y dominio, control por medio de amenazas, abuso verbal y psicológico, violencia sexual, abuso emocional,chantaje emocional, institucional, laboral.contra la libertad reproductiva, obstétrica y finalmente mediática.

Intenté pues recorrer hasta aquí sólo unas pocas, muy resonantes, de las muchas maneras en que las mujeres morimos asesinadas. El desafío de cambiar este destino está en las relaciones humanas pero también está en el lenguaje.Si duele, si lastima, si humilla, si sojuzga, si mata, no lo llamemos amor.








martes, 11 de septiembre de 2012

Marxismo y Feminismo

Compartimos este articulo con el fin de dar algunos elementos históricos de la inclusión de la mujer en el movimiento obrero y las luchas de las mujeres por sus derechos dentro del modelo socialista. En: Revista Furias.com (06 agosto 2012)

 MARXISMO Y OPRESIÓN FEMENINA     (Por Jonathan Palla)

La opresión femenina ha estado presente en todas las sociedades de clases hasta la actualidad. Aún más: la opresión de la mujer deriva de la explotación de clase. Al menos así argumenta el marxismo. Veamos de qué forma ha planteado el análisis de esta cuestión y las primeras batallas socialistas por la liberación femenina.














Clase y Género

El análisis marxista en este plano hace una distinción conceptual entre “Explotación” y “Opresión”. El primero hace referencia a la extracción de plusvalía a través de la relación salarial; en cambioOpresión incluye un conjunto de mecanismos por los cuales el capital obtiene plusvalía de la población no asalariada. En otros términos, la población oprimida incluye estudiantes, campesinos, otras fracciones de la propia burguesía y sobre todo mujeres.
Por supuesto que un concepto no excluye al otro, o sea la opresión de la mujer cruza la explotaciónde clase con la subordinación al varón. Pero aún pueden diferir estas situaciones y la sociedad capitalista da continuas muestras de ello, pues la mujer burguesa es oprimida y explotadora y la mujer obrera es oprimida y explotada. Va de suyo así que el colectivo “mujer” está unido por la opresión, pero dividido por la explotación; y esto ha generado una multiplicidad de diferentes ramas de feminismo dentro de un campo de lucha común.
¿Cómo se relaciona “clase” y “patriarcado”? Aquí los marxistas entienden que la relación de clase modula o define al patriarcado correspondiente. Es decir, el patriarcado capitalista es diferente al -por ejemplo- patriarcado feudal porque las relaciones capitalistas de producción son diferentes a las relaciones feudales de producción. Se entiende así que esta preeminencia de la relación de clase no se debe a que sea más gravosa que la opresión de género, sino en el sentido de que la relación de clase estructura o modula a la otra. Incluso se podría indagar sobre las imágenes que acompañan o justifican las relaciones de clase y de género. Durante la Edad Media las prestaciones personales y en especies que los campesinos debían a la nobleza se reforzaban con una visión del mundo -cimentada por la Iglesia- que incluía una fuerte imagen de la familia como espacio sacro, a imagen y semejanza de la iconografía del pesebre. En este cuadro la madre era asemejada a una virgen sacrificada a la cual el placer carnal debía resultarle ajeno. Digamos también que el padre era igualado al apacible José a quien el Espíritu Santo había convertido en un “cornudo”, todo lo cual significaba -en el medioevo- una explicación teológica del privilegio de Pernada que el señor feudal tenía sobre sus siervas.        

De servidores a servidos

Fue en El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado (1884) que Engels ofreció la visión más desarrollada del pensamiento marxista sobre la mujer y la familia, a través de un análisis que se fundamentaba en las cambiantes relaciones de producción. Su trabajo se nutrió de los avances antropológicos de la época, sobre todo de los estudios pioneros sobre la organización familiar de los indios americanos escrito por L. Morgan, que Marx había apuntado en sus “cuadernos etnográficos” entre 1880 y 1881. El libro de Engels influyó rápidamente sobre la visión que otros socialistas tenían sobre estas cuestiones. Así por ejemplo, August Bebel incorporó aquellos avances teóricos a las siguientes ediciones de La Mujer y el Socialismo, que había publicado por primera vez en 1879 y que se adelantaba casi un siglo a las discusiones feministas al plantear la naturaleza anti-sexual del cristianismo, denunciando la doble moral que obliga a las mujeres a reprimir sus apetitos sexuales.
Más de cien años de avances en la ciencia tienen que haber modificado muchas afirmaciones de Engels, pero al historizar a la familia el compañero de Marx rompía la idea según la cual la mujer es la esclava natural del hombre.
Durante toda una fase de organización comunal y matriarcado habría preponderado la figura de la mujer, quien vivía con su gens invitando a vivir con ella, permanente o temporalmente, a hombres de otras gens. Incluso si un hombre degradaba a una mujer, aquel podía ser expulsado de la vivienda comunal. Ahora bien, el cambio en la posición de la mujer resultó de transformaciones en el modo de producción, con la domesticación de animales y el desarrollo de la agricultura y la división de funciones que ello generó.
De acuerdo con la división del trabajo en la familia al hombre le correspondía procurar la alimentación y los instrumentos necesarios para ello; en caso de separación podía llevarse sus instrumentos consigo, mientras que la mujer conservaba sus enseres domésticos.
Con la posibilidad de crear excedentes y el surgimiento de la esclavitud, los hombres que siempre habían sido los dueños de los medios de producción, cambiaron el arco y la flecha por vacas y esclavos, pasando entonces de ser servidores a ser servidos. El aumento de riquezas le da al hombre la posibilidad de ocupar una posición preponderante en la familia y modificar el orden de herencia establecido: el propietario se transforma en patriarca.
El surgimiento de la propiedad privada y la estructura social para mantenerla (familia y estado) ponía a la mujer en paralelo a un medio de producción: ella produce varones, es decir, mano de obra. Por lo tanto la mujer tiene un valor económico. Mucho tiempo después Levi Strauss demostró justamente que la prohibición del incesto tenía que ver con liberar mujeres para el intercambio en redes familiares de parentesco. Así, la mujer es propiedad del varón y lleva la marca de ello en el apellido del padre o de su nuevo dueño, el marido.
El desarrollo de la propiedad privada exigía la abolición del matriarcado; los hijos del hombre entonces permanecerían con su propia gens y los hijos de la mujer pertenecerían a la gens del padre; a su vez la paternidad sería asegurada imponiendo la fidelidad de la mujer. Desde entonces la familia patriarcal reemplazó al hogar comunal de hermanas. De hecho para Frederich Engels, el derrocamiento del llamado “derecho materno” significó “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”.
Según Engels el capitalismo habría creado la primera posibilidad para la liberación de la mujer al incluirla en la producción social, vale decir en convertirla en asalariada. Sin embargo, iba creando nuevas contradicciones, pues si una mujer desarrollaba sus tareas en la esfera privada de su familia, su capacidad de ganarse un salario era limitada, y si por el contrario, vendía su fuerza de trabajo apenas podría desarrollar sus tareas familiares. De alguna manera, Engels había reparado en este problema, cuarenta años antes, en su trabajo La situación de la clase trabajadora en Inglaterra. Observó entonces que los bebés se enfermaban y morían de hambre en sus casas, mientras los pechos hinchados de sus madres perdían leche entre las máquinas de la fábrica. Entre esas mismas máquinas se llevaban adelante en muchas ocasiones los alumbramientos, dado que las mujeres trabajaban hasta la hora del parto por temor a perder sus salarios y ser reemplazadas.
Por lo tanto, Engels creía que si bien el capitalismo había creado las condiciones para la independencia económica de la mujer, solo el Socialismo podría crear una nueva forma familiar que se correspondiera con el nuevo rol social de las mujeres.              
Teoría y Práctica
El movimiento obrero europeo tardó en aceptar el trabajo femenino: así la Asociación de Trabajadores fundada por Lasalle en Alemania en 1863 excluía a las mujeres del campo laboral argumentando que ello empeoraba las condiciones materiales de la clase trabajadora. En Inglaterra en 1877 el Secretario del Congreso de Sindicatos de Comercio fue aplaudido cuando exigió un salario familiar que permitiera que las mujeres regresaran a sus casas, donde pertenecían. En fin, se multiplican los ejemplos de marxistas que no aceptaban las ideas de Marx y Engels al respecto en El Manifiesto Comunista y otros escritos.
Ahora bien, una de las figuras claves por implementar en la práctica las ideas desarrolladas por Engels y Bebel, fue Clara Zetkin (1857-1933), dirigente del movimiento Socialdemócrata Alemán. Militó incansablemente por la organización política de las mujeres y por eso mismo chocó muchas veces con los dirigentes más conservadores del movimiento obrero que deseaban excluir a las mujeres de la fuerza laboral para demandar un salario familiar. Sin embargo, Zetkin fue muy clara en el Congreso fundacional de la Segunda Internacional (1889): “No es el trabajo femenino lo que lleva a la baja de los salarios al competir con el trabajo masculino, sino la explotación del trabajo femenino por parte de los capitalistas que se lo apropian”. Otro de los puntos más claros de Zetkin fue explicar la opresión femenina en una clave clasista dado que postulaba una “cuestión femenina”para cada clase de la sociedad capitalista. De tal modo entendía que las mujeres de clase alta estaban ante todo preocupadas por la libertad para administrar sus propiedades; las mujeres de clase media, educadas deseaban educarse y obtener oportunidades laborales, es decir buscaban la libre competencia entre el hombre y la mujer. En cambio las proletarias por sus intereses debían unirse a los trabajadores varones para obtener mejores condiciones laborales para ambos sexos, puesto que debían trabajar para aportar dinero a sus familias. A pesar de la experiencia personal de Zetkin con la hostilidad de los dirigentes conservadores que apuntamos más arriba, ella siguió insistiendo en que la demanda femenina de una “competencia sin ataduras” era una reivindicación de mujeres de clase media.
Al comenzar el nuevo siglo se establecía una política oficial para luchar por la plena liberación de la mujer. La Primera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas tuvo lugar al mismo tiempo que el Congreso de la Segunda Internacional de 1907. Entonces se ratificó el principio del derecho de la mujer al trabajo, la creación de organizaciones femeninas dentro de los partidos socialistas y la postura a favor del sufragio femenino.     

Bibliografía: Engels, F. El Origen de la Familia, la Propiedad privada y el Estado. ED. Cs. Ss. 1984// Goldman, W. La Mujer, el Estado y la Revolución. Política familiar y vida social soviética 1917-1936. ED. IPS. 2012// Brodsky, J. Eros, Familia y Cambios Sistémicos. Crítica a la negación de la crisis familiar. ED. Biblos. 2011// Sartelli, E. La Cajita Infeliz. ED RyR. 2006// Shaikh, A. Valor, Acumulación y Crisis. ED. RyR. 2006.

Si desea tener el articulo en PDF, ingrese a: http://revistafurias.com/historia/marxismo-y-opresion-femenina                                                                                                                             



martes, 4 de septiembre de 2012

LA SOLEDAD Y LA DESOLACIÓN


Difundimos este bellisimo y contundente artículo de Marcela Lagarde.

(Tomado de  http://www.mujerpalabra.net/frases/?p=462&fb_source=message )


La Soledad y la Desolación, por Marcela Lagarde

Nos han enseñado a tener miedo a la libertad; miedo a tomar decisiones, miedo a la soledad. El miedo a la soledad es un gran impedimento en la construcción de la autonomía, porque desde muy pequeñas y toda la vida se nos ha formado en el sentimiento de orfandad; porque se nos ha hecho profundamente dependientes de los demás y se nos ha hecho sentir que la soledad es negativa, alrededor de la cual hay toda clase de mitos. Esta construcción se refuerza con expresiones como las siguientes “¿Te vas a quedar solita?”, “¿Por qué tan solitas muchachas?”,  hasta cuando vamos muchas mujeres juntas.
La construcción de la relación entre los géneros tiene muchas implicaciones y una de ellas es que las mujeres no estamos hechas para estar solas de los hombres, sino que el sosiego de las mujeres depende de la presencia de los hombres, aún cuando sea como recuerdo.
Esa capacidad construida en las mujeres de crearnos fetiches, guardando recuerdos materiales de los hombres para no sentirnos solas, es parte de lo que tiene que desmontarse. Una clave para hacer este proceso es diferenciar entre soledad y desolación. Estar desoladas es el resultado de sentir una pérdida irreparable. Y en el caso de muchas mujeres, la desolación sobreviene cada vez que nos quedamos solas, cuando alguien no llegó, o cuando llegó más tarde. Podemos sentir la desolación a cada instante.
Otro componente de la desolación y que es parte de la cultura de género de las mujeres es la educación fantástica par la esperanza. A la desolación la acompaña la esperanza: la esperanza de encontrar a alguien que nos quite el sentimiento de desolación.
La soledad puede definirse como el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas. La soledad es un espacio necesario para ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las que no participan de manera directa otras personas.
Para enfrentar el miedo a la soledad tenemos que reparar la desolación en las mujeres y la única reparación posible es poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona.
Para construir la autonomía necesitamos soledad y requerimos eliminar en la práctica concreta, los múltiples mecanismos que tenemos las mujeres para no estar solas. Demanda mucha disciplina no salir corriendo a ver a la amiga en el momento que nos quedamos solas. La necesidad de contacto personal en estado de dependencia vital es una necesidad de apego. En el caso de las mujeres, para establecer una conexión de fusión con los otros, necesitamos entrar en contacto real, material, simbólico, visual, auditivo o de cualquier otro tipo.
La autonomía pasa por cortar esos cordones umbilicales y para lograrlo se requiere desarrollar la disciplina de no levantar el teléfono cuando se tiene angustia, miedo o una gran alegría porque no se sabe qué hacer con esos sentimientos, porque nos han enseñado que vivir la alegría es contársela a alguien, antes que gozarla. Para las mujeres, el placer existe sólo cuando es compartido porque el yo no legitima la experiencia; porque el yo no existe.
Es por todo esto que necesitamos hacer un conjunto de cambios prácticos en la vida cotidiana. Construimos autonomía cuando dejamos de mantener vínculos de fusión con los otros; cuando la soledad es ese espacio donde pueden pasarnos cosas tan interesantes que nos ponen a pensar. Pensar en soledad es una actividad intelectual distinta que pensar frente a otros.
Uno de los procesos más interesantes del pensamiento es hacer conexiones; conectar lo fragmentario y esto no es posible hacerlo si no es en soledad.
Otra cosa que se hace en soledad y que funda la modernidad, es dudar. Cuando pensamos frente a los otros el pensamiento está comprometido con la defensa de nuestras ideas, cuando lo hacemos en soledad, podemos dudar.
Si no dudamos no podemos ser autónomas porque lo que tenemos es pensamiento dogmático. Para ser autónomas necesitamos desarrollar pensamiento crítico, abierto, flexible, en movimiento, que no aspira a construir verdades y esto significa hacer una revolución intelectual en las mujeres.
No hay autonomía sin revolucionar la manera de pensar y el contenido de los pensamientos. Si nos quedamos solas únicamente para pensar en los otros, haremos lo que sabemos hacer muy bien: evocar, rememorar, entrar en estados de nostalgia. El gran cineasta soviético Andrei Tarkovski, en su película “Nostalgia” habla del dolor de lo perdido, de lo pasado, aquello que ya no se tiene.
Las mujeres somos expertas en nostalgia y como parte de la cultura romántica se vuelve un atributo del género de las mujeres.
El recordar es una experiencia de la vida, el problema es cuando en soledad usamos ese espacio para traer a los otros a nuestro presente, a nuestro centro, nostálgicamente. Se trata entonces de hacer de la soledad un espacio de desarrollo del pensamiento propio, de la afectividad, del erotismo y sexualidad propias.
En la subjetividad de las mujeres, la omnipotencia, la impotencia y el miedo actúan como diques que impiden desarrollar la autonomía, subjetiva y prácticamente.
La autonomía requiere convertir la soledad en un estado placentero, de goce, de creatividad, con posiblidad de pensamiento, de duda, de meditación, de reflexión. Se trata de hacer de la soledad un espacio donde es posible romper el diálogo subjetivo interior con los otros y en el que realizamos fantasías de autonomía, de protagonismo pero de una gran dependencia y donde se dice todo lo que no se hace en la realidad, porque es un diálogo discursivo.
Necesitamos romper ese diálogo interior porque se vuelve sustitutivo de la acción ; porque es una fuga donde no hay realización vicaria de la persona porque lo que hace en la fantasía no lo hace en la práctica, y la persona queda contenta pensando que ya resolvió todo, pero no tiene los recursos reales, ni los desarrolla para salir de la vida subjetiva intrapsíquica al mundo de las relaciones sociales, que es donde se vive la autonomía.
Tenemos que deshacer el monólogo interior. Tenemos que dejar de funcionar con fantasías del tipo: “le digo, me dice, le hago”. Se trata más bien de pensar “aquí estoy, qué pienso, qué quiero, hacia dónde, cómo, cuándo y por qué” que son preguntas vitales de la existencia.
La soledad es un recurso metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del yo. La soledad puede ser vivida como metodología, como proceso de vida. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de aislamiento en relación con otras personas es fundamental. y se requiere disciplina para aislarse sistemáticamente en un proceso de búsqueda del estado de soledad.
Mirada como un estado del ser –la soledad ontológica–  la soledad es un hecho presente en nuestra vida desde que nacemos. En el hecho de nacer hay un proceso de autonomía que al mismo tiempo, de inmediato se constituye en un proceso de dependencia. Es posible comprender entonces, que la construcción de género en la mujeres anula algo que al nacer es parte del proceso de vivir.
Al crecer en dependencia, por ese proceso de orfandad que se construye en las mujeres, se nos crea una necesidad irremediable de apego a los otros.
El trato social en la vida cotidiana de las mujeres está construido para impedir la soledad. El trato que ideológicamente se da a la soledad y la construcción de género anulan la experiencia positiva de la soledad como parte de la experiencia humana de las mujeres. Convertirnos en sujetas significa asumir que de veras estamos solas: solas en la vida, solas en la existencia. Y asumir esto significa dejar de exigir a los demás que sean nuestros acompañantes en la existencia; dejar de conminar a los demás para que estén y vivan con nosotras.
Una demanda típicamente femenina es que nos “acompañen” pero es un pedido de acompañamiento de alguien que es débil, infantil, carenciada, incapaz de asumir su soledad. En la construcción de la autonomía se trata de reconocer que estamos solas y de construir la separación y distancia entre el yo y los otros.