viernes, 27 de noviembre de 2015

MICROMACHISMO

Hola amigxs, repicamos este excelente documental español,  donde se reflexiona sobre ese machismo casi imperceptible: el Micromachismo.

Mil gracias por ayudarnos a denunciar la violencia "invisible", a propósito de la conmemoración el 25 de noviembre del día de la no-violencia contra la Mujer.




martes, 27 de octubre de 2015

LA LIBERTAD



La libertad es el resultado del dialogo entre la sociedad y entre nosotrxs mismxs,  el grado de libertad social condiciona las posibilidades de expresión del individuo,  pero no le cercena su capacidad de soñar y su deseo de libertad; somos fruto de la cultura en la que crecemos, de sus acuerdos y contradicciones, en medio de ello, hacemos unas elecciones, guiados por nuestra razón e intuición.
Cuando reconocemos nuestros propios miedos y contradicciones nos acercamos a la libertad, cuando nos reconocemos vulnerables ante el otro, ante las circunstancias, cuando más abrumados nos sentimos y somos capaces de mirarnos al espejo y reconocerlo, empezamos a ser libres.
La esclavitud tiene su poder en la negación, la negación de nosotros mismos, de nuestras tristezas y debilidades, cuando pretendemos ser quien realmente no somos, cuando impostamos una actitud y una verdad ante los otros, que no proviene realmente de nuestro corazón.
El corazón y la intuición son un camino de verdad, al que nos han enseñado no escuchar, nos han enseñado a distraernos de nosotros mismos, a llenarnos de las cosas y no de la vida, nos han enseñado  a hacer ruido y  desperdiciar las palabras, nos han enseñado a huir del silencio.
Pero el silencio, el vacio de la nada, de la mente en blanco, el estado de contemplación tiene cosas para decirnos a nivel espiritual, una hermosa tarde de Bogotá con un sol tímido y los cerros imponentes tienen cosas para declararnos y en la posibilidad de permitirnos  ese momento, está la libertad de ser felices.
La verdadera libertad es aquella que nos permite ser felices con nosotros mismos y todos nuestros defectos, que nos permite reírnos de ellos, que nos permite aceptar al otro, como es, no querer cambiarlo, porque reconocemos en él nuestros propios defectos. La libertad es la que nos permite gozar de las cosas simples en el aquí y en el ahora y no pretender demasiado para sonreírle a la vida y dar gracias de estar en este cuerpo.


                                             ALEXANDRA CASTAÑEDA OBANDO

sábado, 11 de abril de 2015

La luna en tí

Hola a todxs hace un tiempo me topé con este documental, que nos deja muchos cuestionamientos. Vale la pena repensarse la forma cómo hemos asumido nuestro propio cuerpo. Nuestra menstruación.





viernes, 14 de noviembre de 2014

El aborto y la universidad

Compartimos este excelente artículo el cual nos motiva a analizar el aborto como el problema de salud pública que es. A propósito del escarnio público que vivieron las estudiantes de una universidad en Colombia, el artículo desde soportes científicos y teniendo en cuenta a todos los implicados, no solo la mujer que ejerce el derecho sobre su cuerpo, sino al hombre que la embaraza y la institucionalidad médica y jurídica que debe brindar su apoyo, nos brinda herramientas para analizar la situación y problema.

El aborto y la universidad

Por Bernardo Ochoa A. 
Médico Profesor Emérito
Universidad de Antioquia 
El aborto es un problema de salud pública con un elevado índice de mortalidad y complicaciones. La mayoría de los países cuenta hoy con una legislación que lo permite en ciertas circunstancias, y las pacientes que tienen que acudir a esta opción, para conservar su salud y su vida, pueden acceder a los centros de salud y ser tratadas por personal idóneo. En nuestro país, por el contrario, el aborto se califica como un hecho pecaminoso y se aplican medidas punitivas con base en el código penal, obligando a las mujeres a buscar recursos clandestinos con grave peligro para sus vidas y su integridad física. El resultado es un elevado índice de muertes y complicaciones cuya responsabilidad recae íntegramente en el Estado. No hay una organización sanitaria en ninguna parte del mundo que haya sido capaz de establecer programas racionales para el manejo del aborto, que armonicen con las creencias de las múltiples tendencias religiosas que existen y las interpretaciones que moralistas, eticistas, filósofos y sociólogos le dan a los hechos y circunstancias que lo rodean.
El doloroso episodio que se vivió recientemente en la Universidad de Pamplona demuestra, con caracteres alarmantes, la manera absurda como se está manejando este problema en Colombia, situación que debe ser corregida.

Introducción
Los medios de todo el país han denunciado la manera como las directivas de la Universidad de Pamplona, el hospital y las autoridades locales, manejaron el problema de unas estudiantes que acudieron en busca de ayuda, temiendo que la hemorragia provocada por las drogas tomadas para interrumpir el embarazo pusiera en peligro sus vidas. “El hospital las atendió y luego las hizo detener por la Fiscalía, mientras la Universidad las amenazaba con expulsarlas”, dice El Tiempo en su edición del primero de Mayo.

El escarnio público a que han sido sometidas las jóvenes estudiantes de aquel centro universitario por sus directivas; la violación de la ética médica en el Hospital donde acudieron en busca de ayuda, que no sólo delató sus nombres y el motivo de su consulta, sino que las entregó (así aparece en la prensa) a las autoridades de la Fiscalía; la violación de sus vidas privadas desveladas ante los medios sin el menor asomo de respeto; su encarcelación en calidad de delincuentes; la flagrante violación de su libertad; el atropello a su dignidad de mujeres por todos los que intervinieron; todo esto no puede pasar inadvertido.
El manejo absurdo que se le viene dando en Colombia a un problema de salud pública como es el aborto, me ha movido a escribir estas reflexiones que se derivan de mi experiencia como médico y como profesor universitario por tantos años.

La imagen de la universidad colombiana ha sido también mancillada por este hecho, y la comunidad universitaria, estudiantes y profesores, pero especialmente las mujeres a quienes se está estigmatizando sexualmente, deben pronunciarse sobre el mismo. Tal vez sea esta una oportunidad feliz para que todo el que tenga alguna información o una posición, definida sobre bases sólidas, acerca del problema del aborto, se sume a la presión que los ciudadanos tenemos que hacer para que el Estado colombiano proceda, con carácter urgente, a darle el marco jurídico apropiado a su manejo, como lo ha hecho casi todo el mundo.


El Aborto como problema de salud
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud OPS, el aborto constituye la segunda causa de muerte materna en Colombia. Una de cada cuatro de nuestras mujeres aborta por distintas razones y en distintas épocas de su vida. Se practica casi medio millón de abortos por año y el 20 por ciento de las muchachas menores de 19 años llega a las salas de maternidad, algunas de ellas con edades que fluctúan entre los 11 y los 15 años, y con frecuencia llegan solas y abandonadas a su suerte. Es indudablemente un problema de salud pública, agravado en nuestro medio por una política sanitaria absurda que obliga a nuestras mujeres a buscar el remedio para sus males en abortaderos clandestinos. En Rusia1 el 67% de las muertes relacionadas con el aborto ocurrió cuando este se hizo por fuera de una institución médica. El aborto hecho en condiciones inseguras, dice una investigación que se adelantó en África2 , es una de las mayores causas de mortalidad entre las adolescentes africanas, y agrega: “se necesitan urgentemente medidas apropiadas de salud pública para enfrentar el problema de los abortos inseguros”. Una situación parecida a la nuestra fue observada en Costa de Marfil, donde el 60% de las mujeres que abortaron lo hicieron introduciéndose ellas mismas cuerpos extraños en la vagina 3. Aproximadamente, una de cada 5 admisiones en un servicio de Ginecología fue debida al aborto y un número significativo fueron estudiantes que abortaron mediante el uso de drogas o cuerpos extraños intravaginales4 . Un excelente trabajo realizado en la India concluye así: “El aborto inseguro constituye una gran amenaza para la salud y la vida de las mujeres que lo solicitan. Propiciar medidas como el acceso fácil a los anticonceptivos y a los centros hospitalarios donde estos deben realizarse, controla el problema”5 . Estas son apenas unas pocas referencias de las muchísimas a las cuales se puede tener fácil acceso. Otros excelentes estudios e investigaciones sobre el tema pueden leerse en el New England Journal of Medicine correspondiente a los meses de enero y abril del 2004.
No es posible ignorar, entonces, que el aborto constituye un problema serio de salud pública y que las autoridades, y todos los que en alguna forma tenemos que ver con ella, debemos buscarle una solución apropiada.


Implicaciones del aborto en la vida de la mujer
El aborto tiene serias implicaciones en la vida de la mujer, en términos físicos y emocionales y, además, despierta el rechazo de sectores importantes de la comunidad, especialmente de los grupos religiosos que lo califican como un homicidio. Sin embargo, no por ser inconveniente, no porque algunos lo rechacen, podemos desconocer su presencia en la sociedad e ignorar el significado médico que tiene y lo impropio de su manejo en nuestro país. El aborto ha acompañado a la humanidad a través de su historia, hasta llegar a nuestra época, cuando su incidencia se ha incrementado por la conjugación de factores sociales, económicos y políticos complejos que están ejerciendo una gran presión sobre el ser humano y particularmente sobre la mujer. Por otra parte, los avances de la ciencia y la tecnología han hecho posible el diagnóstico de muchísimos estados patológicos en el embrión y en el feto que antes sólo podían ser diagnosticados después del nacimiento. Algunas de estas malformaciones, defectos genéticos y enfermedades metabólicas ponen en peligro, no sólo la supervivencia del feto, sino que amenazan, igualmente, la vida de la madre. Otras, compatibles con la vida de los dos, plantean desafíos a la pareja, a la familia, no sólo para la conservación de la armonía y la vida equilibrada y tranquila de los cónyuges, sino para su misma estabilidad económica.

La conservación de la especie no puede justificar la actitud impositiva y violenta que frecuentemente exhibe el hombre sobre la mujer. La mujer tiene igual derecho que el varón de aceptar o no la posibilidad de tener un hijo. Las mujeres en unión conyugal son frecuentemente forzadas por sus esposos a tener uno o muchos hijos más, contra su voluntad. Son los hijos no deseados que la mujer, por temor a perder la seguridad económica y social que le da el cónyuge, tiene que cargar en sus entrañas por nueve meses sin quererlo. Son los mismos que después de nacer se convierten en víctimas de la negligencia de sus padres; son los que van a sufrir las consecuencias de no haber llegado como fruto del amor sino de la imposición, de la violencia del macho. Son los hijos olvidados, abandonados y frecuentemente maltratados que, luego, al crecer y desarrollarse, volcarán sobre una sociedad, que los ha obligado a venir al mundo en tales circunstancias, toda su capacidad destructiva, todo su odio, toda su sed de venganza.

¿Qué razón hay para obligar a la mujer que no lo desea, a tener un hijo con graves defectos morfológicos, metabólicos o de cualquier orden, hoy diagnosticables en el embrión y en el feto? ¿Por qué impedirle que se desembarace de un hijo producto del atropello, de la violación, del estupro, del incesto, de la inmadurez de la madre ó del fracaso de los métodos anticonceptivos? ¿Qué razón existe para obligar a una mujer joven, que por ligereza o por ignorancia quedó embarazada, a sacrificar su proyecto de vida para tener un hijo de cuya crianza no puede responsabilizarse? ¿Por qué castigar a la madre que es obligada por circunstancias como las descritas a acudir al aborto? ¿Por qué segregarla, señalarla, aislarla, estigmatizarla y hacerla objeto de toda clase de oprobios?

El aborto, la moral, la religión y la ley
Afirma uno de los directivos de la Universidad de Pamplona que lo ocurrido allí “es un problema de moral en una ciudad profundamente religiosa”, frase que denota la presunción de que solamente la moral basada en las creencias religiosas debe modelar el comportamiento de las personas. No, también los incrédulos, los agnósticos, los ateos tienen su moral.
Veíamos antes cómo y por qué el aborto es más un problema de salud pública que de moral. La Organización Panamericana de la Salud y una nube de investigadores que publican sus resultados en revistas científicas de la mayor seriedad en todo el mundo, lo confirman a diario. Tampoco es un problema de una universidad ni de una ciudad ni de un país ni de los católicos, protestantes, musulmanes, budistas o de cualquier otra tendencia religiosa; es un fenómeno universal, con ingredientes biológicos, epidemiológicos y de morbi-.mortalidad hoy bien conocidos, sobre cuya prevención y manejo, el mundo entero ha ido estableciendo unas normas jurídicas y sanitarias, compartidas en su mayoría por casi todos los países. Como todas las acciones del ser humano, el fenómeno del aborto tiene también componentes éticos, socioculturales, filosóficos y políticos, cuya esencia es motivo permanente de estudio y discusión por los expertos en estas disciplinas. Sus posiciones sobre el tema, por otra parte, expresadas en un número grande de publicaciones, distan mucho de llegar a un acuerdo y son frecuentemente antagónicas, sobre todo cuando las creencias religiosas entran en juego.

Para responder la pregunta de si el aborto es moralmente aceptable, tenemos necesariamente que responder previamente a la pregunta de si el feto es o no persona y si sus derechos pueden llegar a rebasar los derechos de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y sobre su vida como persona. Las definiciones que uno puede encontrar sobre el significado de la palabra “persona” son tan variables como sus autores. Para Gilbert Melaender, “una persona es simplemente un cuerpo capaz de accionar consciente e intencionalmente”; para H Tristan Engelhardt, personas son aquellos que pueden llegar a “preocuparse acerca de los argumentos morales….y ser convencidos por ellos. Deben ser concientes, racionales, libres para escoger, y preocupados por la moralidad”. Si fuéramos a aplicar estos criterios, para definir la “persona”, muchos seres humanos no calificarían. La segunda pregunta sobre los derechos del feto y de la madre, es más sencilla de responder: no es razonable que los derechos de un ser en formación cuyo futuro es, al menos incierto, lleguen a ser más importantes que los de la madre que ya es una realidad en pleno desempeño de sus capacidades. Pero hay quienes declaran lo contrario.

El código penal colombiano califica el aborto como un homicidio. Ninguno de la casi totalidad de los países que han establecido normas legales sobre el asunto, adopta una posición similar. Una cantidad importante de pensadores y escritores de todas las latitudes y todas las disciplinas, se manifiesta contra esta posición expresada por la iglesia católica. Entre los comentarios críticos que se han hecho en los medios sobre lo sucedido en Pamplona, Héctor Abad Faciolince en su columna de la revista Semana , califica la posición colombiana como “triste rezago del oscurantismo”.

Homicidio es palabra que se aplica a la muerte causada por una persona que goza de autonomía a otra de iguales condiciones. Si el embrión y el feto, que no tienen autonomía fuera del vientre materno, son o no son personas, sigue siendo, al menos, motivo de una enorme controversia en todos los ámbitos científicos y sociales, controversia que no ha sido ni será resuelta en esta ni en las generaciones venideras. Para la Iglesia de hoy no existen dudas cuando afirma que el embrión y el feto son personas dotadas de cuerpo y alma, aunque se discute entre sus miembros cuándo, en qué momento exactamente, se junta el alma al cuerpo. Para la iglesia de ayer, sin embargo, las cosas no se veían tan simples. En publicaciones recientes8 se ha citado repetidamente la posición de Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo de la Iglesia Católica quien, a diferencia de los jerarcas de hoy, dice: “en el mundo de los seres dotados de vida hay una gradación progresiva en los tipos de alma que se poseen: el alma vegetativa, como la puede tener cualquier planta, el alma sensitiva, como la puede tener un animal cualquiera, y el alma racional que sólo la adquieren los seres humanos cuando su cuerpo está formado plenamente y puede vivir por su cuenta”.
Descartar, entonces, un embrión o utilizarlo para obtener células madre para investigación, no es pues, según Santo Tomás, un homicidio. Tampoco lo sería si se trata de un feto si aceptamos que sólo adquiere un alma racional cuando su cuerpo está formado plenamente. No hay, pues, unidad de criterio en la Iglesia, pero nuevamente los que crean que el embrión y el feto pueden, con el calificativo de “personas”, tienen derecho a que se les respete y proteja su manera de pensar, mismos derechos que naturalmente tienen quienes no lo creen así y descartan por lo tanto la interpretación de homicidio aplicada a la interrupción del embarazo. Es interesante conocer el concepto de “autonomía” que trae el texto de “Introducción a la Bioética” editado en la Universidad de Georgetown en Washington, como “el derecho del individuo competente para tomar decisiones inteligentes e informadas acerca de su salud y bienestar”  , concepto que se ha mantenido en el tope de los valores que eticistas y proveedores de cuidados de salud utilizan para responder cuestiones serias de bioética.

La Ley, los Derechos de los ciudadanos y la Moral no son equivalentes ni van siempre de la mano. Legislar con base única en las creencias de uno de los grupos que conforman la comunidad es desconocer los derechos de los otros grupos que no participan de esas creencias, que tienen creencias distintas, que interpretan sus creencias en forma diferente, que no tienen creencias, son agnósticos ó ateos, cuyos derechos tienen que tener igual presencia ante la ley. La moralidad de las acciones, por otra parte, no siempre es interpretada con base en lo bueno o lo malo, lo lícito o lo ilícito, la conveniencia o la inconveniencia, aplicados al bien general, frecuentemente; por el contrario, se aplican al bien particular de unos cuantos que los juzgan compatibles con sus preceptos religiosos. No puede ser, entonces, moral imponer una norma legal con base en las creencias religiosas de unos cuantos, desconociendo la existencia de una sociedad pluralista10 . La norma del código penal que penaliza el aborto en Colombia no es, ni puede serlo, una norma moral porque desconoce derechos fundamentales de los ciudadanos, porque los atropella, porque viola el derecho a la libertad, el derecho a la intimidad, el derecho de la comunidad a que sus problemas de salud pública sean solucionados como tales, como problemas de salud, para lo cual no es necesario consultar los códigos morales y las creencias de todos los grupos religiosos establecidos o con proyecto de establecerse en el país.
Ya lo dijimos pero es bueno repetirlo, es una ley inmoral porque ejerce una acción coercitiva sobre los centros hospitalarios y los profesionales de la salud, cuya obligación es precisamente proteger la integridad física y la salud de las pacientes, sin mirar cuáles son sus apetencias religiosas o políticas o su pertenencia racial. Es inmoral porque condena a nuestras mujeres a buscar centros clandestinos para lograr un aborto, poniendo en riesgo su integridad física y su propia vida. Algunas, inclusive, con graves destrozos de sus órganos genitales externos e internos, con infecciones severas que amenazan sus vidas, ni siquiera se atreven hoy a llegar a los hospitales para tratar de recuperar su salud perdida y de conservar su vida amenazada, por temor a encontrarse con los “guardianes de la moral” que alguien está colocando en los hospitales., dispuestos, si sobreviven, a encarcelarlas, como dicen que sucedió en Pamplona. ¿No es este acaso un género de terrorismo?

Espero que ninguno de mis posibles lectores vaya a entender mi posición como una recomendación para que las mujeres aborten. Nada estaría más lejos de la realidad. El aborto, como enfermedad social que es, es inconveniente, es malo para la paciente y la comunidad, como lo es usualmente la desnutrición, otra enfermedad de origen social. A nadie se le ocurriría ofrecer a los niños desnutridos un tratamiento a base de insultos, de atropellos, de desconocimiento violento de su derecho a comer. Por el contrario, se previene la desnutrición dándole a la gente oportunidad de comer. Igualmente, se previene el aborto abriendo unas oportunidades amplias para que hombres y mujeres reciban el alimento básico de una buena educación, incluyendo educación sexual. Se previene el aborto utilizando correctamente las medidas anticonceptivas, cuyo uso no es inmoral ni puede serlo. Es, por el contrario, una manifestación de responsabilidad para con la familia y la sociedad.

El aborto y los valores morales
Hemos sido testigos en estas últimas cuatro décadas de unos cambios radicales en las maneras de vivir de la gente joven. Los diques establecidos por las generaciones que nos precedieron, considerados inexpugnables por haber sido construidos con base en los llamados valores morales, han sido totalmente arrasados, lo cual atribuyen los mayores a la pérdida de esos valores. Pero ¿cuáles eran esos valores y cómo se adquirían? Recordemos que el núcleo familiar de antaño funcionaba con un patrón autoritario representado casi siempre por el padre que establecía las normas y mantenía la disciplina familiar con rigidez. La familia acomodaba su estilo de vida a esas normas. En el discurso familiar, social y religioso se señalaba el sexo como algo prohibido, pecaminoso, y se mantenían los niños lo más alejados posible de todo lo que tuviera relación con él: no se podía cambiar los pañales del recién nacido a la vista de sus hermanitos o hermanitas mayores; el nuevo miembro de la familia era descargado en casa por la cigüeña; las niñas debían aprender desde temprana edad a sentarse bien, a no mostrar los cucos, los varones y las niñas se debían educar en planteles separados, los jóvenes no podían participar en fiestas sin tener sus chaperones cerca, las adolescentes tenían que acomodarse a la moda del recato y había que hacer los mayores esfuerzos posibles para ocultar los atributos físicos de la vista alevosa de los hombres, la visita del novio se recibía en el sofá con la madre al frente, era peligroso que las niñas se bañaran en los charcos de las quebradas (pocas piscinas existían) donde lo hacían los hombres porque corrían el peligro de quedar embarazadas. Hablar de educación sexual era idioma totalmente desconocido. Todas estas normas eran estrictas y se tenían que cumplir bajo amenaza de castigo físico o de privación de algunas pequeñas concesiones del padre. Este insistir en el sexo como algo malo que había que ocultar y sobre lo cual no se hablaba en la familia, fue transmitido de generación en generación por tantos años que acabó poniendo una venda en los ojos de los padres y de la sociedad que no le permitió percibir el cambio brutal que se acercaba. Pero la venda de los padres no cubría los ojos de sus hijos que exploraban todos los atajos posibles para responder a los impulsos de su naturaleza acudiendo a los prostíbulos o seduciendo a la joven empleada doméstica o la hija del mayordomo de la finca, conservando naturalmente las apariencias de un comportamiento acorde con los "valores morales" de la familia.

Y se vinieron los cambios. Aparecieron casi simultáneamente la píldora anticonceptiva, la minifalda, la música estridente, ensordecedora, el licor, las drogas y, con todo esto, el amor libre y la cantinela de los jóvenes en todas partes: haga el amor, no haga la guerra, refiriéndose a la, esa sí inmoral, guerra de Vietnam. Voló en mil pedazos toda aquella seudo-fortaleza imaginaria de los valores morales, construida sin una base sólida de conocimientos, de educación basada en hechos reales, que les permitiera entender el mundo y su propia biología, que los capacitara para manejar la recién conquistada libertad. Renunciaron, entonces, a continuar siendo "hijos de familia" y tiraron por la borda el concepto de autoridad paterna para atender las demandas imperiosas y urgentes de la nueva época, incluyendo las del amor y el sexo sobre el cual ignoraban y siguen ignorando casi todo, menos la penetración placentera. Fue un estallido que se escuchó en todos los confines. Los estudiantes universitarios se rebelaron en Francia, en Alemania, en Estados Unidos, en Colombia, en todo el mundo, en las décadas de los años 60 y 70, contra el orden establecido, sin que los mayores atinaran a encontrar una explicación distinta de la insulsa pérdida de los valores morales en un juventud "infiltrada por los comunistas", menos aún, una respuesta, un manejo razonable. 

Cuando amainó el incendio y se pudo ver con mayor claridad lo que estaba sucediendo, nos encontramos con las nuevas generaciones haciendo uso de una libertad que no habían aprendido a manejar responsablemente y unos padres que insistían en la recuperación de los "valores morales". Las mujeres inician hoy a temprana edad su vida sexual, algunas siendo aún niñas. El embarazo en adolescentes y preadolescentes sacude los cimientos sociales y la convivencia. Las enfermedades de transmisión sexual y el aborto proliferan. ¿Y la respuesta?

La respuesta es el manejo absurdo, irracional, incoherente, que se le está dando a una problemática derivada principalmente de una pobre educación, que no se manifiesta solamente en el comportamiento sexual. Se manifiesta igualmente en el comportamiento cívico. El aborto es prevenible en una proporción significativa. Prevenir es la mejor de todas las medicinas. La experiencia de los últimos años en los Estados Unidos ha demostrado cómo una campaña intensiva y bien diseñada de educación sexual, ofrecida a los más jóvenes, produce un descenso vertiginoso en el índice de abortos, de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual. Desafortunadamente, algunos sectores de nuestra sociedad no han podido entender el papel benéfico que juega la educación sexual, sobre la cual manifiestan serios temores y hasta llegan a oponerse a ella o a crearle dificultades y limitaciones. Educación sexual que no se inicia durante la pubertad o la adolescencia. Ya para esta época, aunque aún sirve de algo, es demasiado tarde. Se deben iniciar los programas de educación sexual con el cambio de los pañales, cuando los niños miran con curiosidad instintiva los órganos genitales de su hermanita o hermanito. Es, desde las primeras etapas de la vida, entre los dos y los tres años, cuando los niños se buscan para "examinarse" y terminan descubriendo que hay una curiosa diferencia entre ellos. De aquí a unos pocos meses más de vida, niños y niñas descubren que tocarse los genitales o tocar los de la vecina, produce cierto agradable cosquilleo en todo el cuerpo. Es, entonces, cuando juegan de doctor, todos especializados ginecólogos y andrólogas. Pero, por Dios, esto no es maldad; esto corresponde al crecimiento y desarrollo normal de un ser humano; corresponde al descubrimiento del mundo que hacen los niños, utilizando todos sus sentidos, explorando todo lo que encuentran, incluyendo los tomacorrientes de las paredes de la casa.

Por eso, los programas de educación sexual tienen que incluir prioritariamente a los padres, que deben renunciar para siempre al señalamiento pecaminoso del sexo y saber cómo darles a sus hijos explicaciones razonables, simples y honestas, sin inventar mentiras que sólo estimulan sus fantasías y crean en los niños desconfianza hacia sus progenitores. El consultorio del pediatra, decía el insigne profesor Gustavo González Ochoa, debe funcionar permanentemente como una cátedra donde los padres de los niños que llegan a consulta reciban unos conocimientos que luego proyectarán en sus hijos. También hay que incluir en los programas de educación sexual los adultos jóvenes y, por supuesto, las parejas jóvenes que deben aprender a planificar su familia.

Educación sexual y manejo inteligente de la anticoncepción son, hoy por hoy, las dos herramientas más poderosas para prevenir abortos, enfermedades sexuales y embarazos no deseados y propiciar luego una vida sexual sana. La peor herramienta de todas, es darle al aborto un manejo represivo utilizando medidas carcelarias, expulsiones, amenazas espirituales y otras que lo único que consiguen es aumentar la angustia y el desespero y llevar a las jóvenes a considerar, entre otras posibilidades, el suicidio como solución alternativa. El aborto se previene en gran medida cuando todos, pero especialmente los jóvenes, hombres y mujeres, logran adquirir los conocimientos y la motivación que les permite encausar y dirigir el instinto y las urgencias del sexo de acuerdo con la razón; cuando se acepte que la práctica sexual del amor no tiene como único objetivo la reproducción; que no es únicamente para tener hijos; que conviven sexualmente hombres y mujeres; que el placer sexual hace parte importante de la vida, y que hoy es posible disfrutarlo sin el temor a un embarazo no deseado. Placer y reproducción pueden separarse, utilizando correctamente las medidas anticonceptivas que hoy se tienen al alcance. La educación sexual es fundamental para modelar la voluntad y adquirir el dominio sobre sí mismo y la fortaleza necesaria para no ceder ante el impulso y el deseo imperioso de poseer a su compañera sin darse los segundos que se necesitan para ponerse bien puesto un preservativo y, a la mujer, el valor que se requiere para condicionar su participación exigiéndole al compañero condiciones de seguridad absoluta, que la protejan de un embarazo inconveniente, indeseado.

Cuando entendamos que todo esto se puede conseguir con la educación misma que crea y fundamenta el sentido de responsabilidad y el perfil de dignidad que debe acompañar la práctica del amor; cuando entendamos y aceptemos que el sentido de responsabilidad y el grado de conciencia con que manejemos el sexo son los mismos que deben tener las parejas que emprenden la empresa maravillosa de tener el hijo que se desea, que se programa, que no es concebido como producto tangencial de la satisfacción del instinto sexual, que es esperado con alegría y bienvenido al hogar donde se le brindará el amor, el cuidado y la seguridad que requiere el ser humano durante las primeras etapas de su vida, y luego, la formación que lo hará un miembro útil de la sociedad; cuando logremos que todo o casi todo esto se dé en la vida cotidiana de hombres y mujeres, tendremos con seguridad menos abortos.

La parte masculina del aborto
 Noten ustedes cómo en este conflicto de la Universidad de Pamplona no se mencionan los compañeros, amigos o novios que embarazaron a las jóvenes; ¿dónde están? ¿Por qué no los investigan? ¿Se han presentado acaso a decir: yo soy igualmente responsable y como hombre quiero dar la cara por ella? ¿Por qué no los amenazan con expulsión cuando hacen el amor y embarazan a sus compañeras? ¿Por qué no los entregan a la fiscalía? ¿Por qué los cazadores de brujas concentran todos sus esfuerzos, todas sus habilidades y, por supuesto, toda su malicia, para estigmatizar la vida sexual de las mujeres y se olvidan de los hombres, sin cuyo concurso no es posible el embarazo?
La mujer está sexualmente mucho mejor dotada que el hombre y debe utilizar estas diferencias para exigir, para negarse a aceptar al varón que se niegue a brindarle las medidas de protección. Todas estas y muchas otras son circunstancias vinculadas al complejo problema de salud que es el aborto y a la falta absoluta de sindéresis como se pretende manejarlo en Colombia, con la concurrencia del Estado y de la sociedad que dice representar.

FUENTE: http://www.unimedicos.com/sitio/contenidos_mo.php?it=168 
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1 - Zhirova IA, Frolova AG, et al: Abortion related maternal mortality in the Rusian Federation, 2004, Stud Fam Plann, 35(3):178-88
2 - Olukoya P: Reducing maternal mortality from unsafe abortion among adolescents in Africa. 2004, Afr J Reprod Health, 8(1):57-62
3 - Thonneau P, Matsuda T. et al: Determinants of maternal deaths in induced abortion complications in Ivory Coast, Contraception, 2004, 70(4): 319-326
4 - Sepou A, Ngbale R y colaboradores, Análisis of abortions at a community maternity hospital in Bangui, Med Trop (en Frances), 64(1) : 61-65, 2004.
5 - Jain V, Saha SC, Bagga R and Gopalan S: Unsafe abortion: a neglected tragedy. Review from a tertiary care hospital in India, J Obstet Gynaecol Res, 30(3):197-201, 2004
6 - Lok IH, Lee DT, Yip SK, et al: Screening for post-miscarriage psychiatric morbidity, Am J Obstet Gynecol, 191(2):546-550, 2004
7 - Abad Faciolince Héctor, Las Pecadoras, Semana , edición Nro. 1200 de Mayo, 2005
8 - Eco Umberto, Embriones a las puertas del paraiso, sección de Opinión, El Espectador, domingo primero de mayo
9 - Morgan C A, Hardwig J and Blustein J, Biomedicine, Rights and Responsibilities, in Howel J and Sale WF (ed), Life Choices, Part III, A Hastings Center Introduction to Bioethics, Georgetown University Press, Washington D.C., 2000.
10 - Valdés Margarita: El problema del aborto: Tresw enfoques. En Vásquez R (editor) “Bioética y Derecho”, ITAM, Instituto Tecnológico Autónomo de México, 2ª. Edición, 2002

lunes, 29 de septiembre de 2014

la obligación de ser heterosexual

A continuación compartimos el documento publicado en sentiido.com:  La obligación de ser heterosexual. El documento pretende a modo general establecer una claridad teórica sobre la heternormatividad y cisnormatividad como modelos ideológicos que sustentan el status-quo en sociedades occidentales y que se presentan como antagónicas de un mundo queer. Esperamos les guste y sea de provecho.
La obligación de ser heterosexualPor: Juliana Martinez.                     Aunque heteronormatividad es una palabra muy común entre intelectuales y activistas, en otros sectores aún genera confusión y desconfianza. Sin embargo, es mucho más útil que hablar de homofobia. 
La heteronormatividad asume que todas las personas deben ser heterosexuales y tilda de enfermos a quienes no se identifican de esta manera. Foto: Wyoming_Jackrabbit

En 1980 Adrienne Rich, una intelectual feminista y lesbiana, publicó un artículo que cambiaría la historia del feminismo y moldearía el campo de los nacientes estudios sobre sexualidad.
Desde su osado título, “Heterosexualidad obligatoria y existencia lésbica”, el artículo puso en el centro de la mesa uno de los conceptos teóricos más importantes de las últimas décadas.
Rich no acuñó la expresión, el término ya venía usándose en algunos contextos.
Por ejemplo, la “heterosexualidad obligatoria” fue catalogada como crimen contra las mujeres por el Tribunal de Bruselas sobre violencia contra las mujeres en 1976.
Sin embargo, el artículo de Rich es el primer texto que aborda el tema de manera específica. Ella hace un agudo análisis de la manera en la que la heterosexualidad ha sido impuesta en las sociedades y el pensamiento occidental, y cómo, a la fecha de escritura de su texto, este hecho continuaba siendo ignorado incluso por movimientos tan ferozmente críticos como el feminismo.
Años después, en 1991, el profesor Michael Warner escribió la introducción a un volumen especial de la revista Social Text dedicado a la teoría queertitulado “Miedo de un planeta queer”.
En este texto Warner desarrolla el término “heternormatividad”.  En consonancia con las ideas de Rich y de otros pensadores como Michel Foucault, el término se enfoca en la manera en que “la sexualidad se normaliza y se reglamenta en nuestra cultura y las relaciones heterosexuales idealizadas se institucionalizan y se equiparan con lo que significa ser humano”.
Desde entonces la palabra ha circulado entre intelectuales y activistas. Aunque ha sido uno de los conceptos más productivos y transformadores de los últimos 30 años, el término todavía genera confusión y desconfianza. Para muchas personas, es prueba de los horrores que suceden cuando la arrogancia académica se mezcla con un amor por las palabras extrañas.
Para otros, quizás la mayoría, genera una confusión que no siempre se traduce en curiosidad: la palabreja es simplemente demasiado larga como para tomársela en serio, “si así de larga es la palabra, imagínese la explicación…”.

Heteronormatividad vs homofobia


Pese a sus ocho sílabas, el término puede ser útil para una sociedad que, como la colombiana, está haciendo esfuerzos por alcanzar la igualdad en derechos y garantizar una vida digna para todas las personas que la conforman sin importar, entre otros, su orientación sexual y su identidad de género.
A diferencia de la homofobia, que analiza acciones individuales concretas, buscando explicaciones psicológicas al “miedo” que un individuo siente hacia algo o alguien, la  “heteronormatividad” señala que la heterosexualidad es un concepto central de nuestro sistema ideológico, social, político y hasta económico.
La heteronormatividad expone que existe un complejo sistema que asume e impone (directa e indirectamente) la heterosexualidad de todos los miembros de la sociedad.
Sin negar la responsabilidad (ética y penal) que cada individuo tiene sobre sus acciones, el concepto de heteronormatividad permite entender que la vulneración de derechos que muchas personas LGBT experimentan todos los días, no se debe sólo a actos personales de odio o burla, sino a que se asume que la heterosexualidad, por ser más común, es también más deseable. Es decir, se le asignan virtudes éticas y morales a la atracción emocional y física de la mayoría.
La heteronormatividad es un sistema social e ideológico fundando en la creencia de que la heterosexualidad es moral y éticamente superior a cualquier otra forma de sexualidad.
Asume que todas las personas son y deben ser heterosexuales y tilda de “problemáticos, desviados o enfermos” a quienes no se identifican de esta manera. Por lo tanto, se estigmatiza, denigra, margina y despoja de derechos a quienes no sean heterosexuales.
Así, pese a que dentro de la heteronormatividad haya un cierto margen para discursos fundados en la “tolerancia”, la diversidad sexual no es vista como algo deseable y, en consecuencia, es inconcebible trabajar conscientemente para construir una sociedad con más personas de identidad y orientación sexual diversa.
“Heteronormatividad” es entonces mejor palabra que “homofobia”. En muchos casos lo que lleva a la discriminación y violencia contra gais, lesbianas, bisexuales o pansexuales no es el miedo o “fobia” que un individuo supuestamente siente al ver a una persona no heterosexual. Por el contrario, es una consecuencia lógica en una sociedad que define la heterosexualidad como condición para alcanzar una ciudadanía plena y ser reconocido y valorado como una persona digna de respeto y amor.
En los últimos años este concepto se ha extendido y ha sido útil a la hora de pensar la situación de muchas personas trans. De manera similar a como se asume y promueve una única orientación sexual, también se da por sentado que todas las personas somos, o deberíamos ser, cisgénero. A esto se le llama cisnormatividad.

Un mundo binario


La cisnormatividad sostiene que existe una única relación entre corporalidad e identidad. Es decir, que sólo existen dos tipos de cuerpos y que cada uno de ellos está atado a una única identidad de género. Poniéndolo de manera brusca, la cisnormatividad insiste en que “mujer” es sólo quién tiene vagina y senos, y hombre sólo quien tenga pene y barba.
Como la heteronormatividad, la cisnormatividad tiene consecuencias concretas y con frecuencia devastadoras en la vida de muchas personas, pues se reproduce un sistema que recompensa a quienes cumplen este modelo y castiga a los que no.
Estos castigos van desde la imposibilidad de tomar de la mano al ser amado o ser llamados por el nombre que hemos elegido, hasta ser víctimas de violencia institucional y en muchos casos, de los más atroces crímenes de odio.
La heteronormatividad lleva a penalizar social y legalmente las relaciones no heterosexuales en maneras que van desde la redacción de leyes que castigan con la muerte o la cárcel las relaciones consensuadas entre adultos del mismo sexo, manuales de convivencia que expulsan a sus estudiantes por el sólo hecho de manifestar un afecto que no es heterosexual, hasta las burlas, los insultos y las agresiones a las que son constantemente sometidos quienes con su apariencia, expresiones o comportamientos se distancian de la idea de los binarios y su supuesta complementariedad.
La cisnormatividad lleva a que las personas trans sigan siendo consideradas enfermas mentales por la Organización Mundial de la Salud, a que en Bogotá al 44 por ciento se le haya negado acceso a la salud, el 83 por ciento sufra discriminación en el ámbito académico y el 79 por ciento en el laboral. La situación es tan grave que sólo 5.3 por ciento ha firmado un contrato laboral y el 98 por ciento dice haberse sentido discriminada.
Según Marcela Romero, coordinadora regional de la Red para Personas Trans de América Latina y el Caribe, la expectativa de vida de una mujer trans en Latinoamérica son los 35 años.
Estas cifras no se explican con actos individuales de odio. Estas cifras son el resultado de una violencia y discriminación arraigadas, institucionales y sistemáticas, y así deben ser abordadas para lograr un cambio real y sostenible.
Ahora bien, como siempre que de binarios se trata, priorizar dos términos para examinar la discriminación y marginación de todos los miembros de una sociedad resulta extremadamente problemático.
Por supuesto que otros aspectos como la raza y la habilidad física y mental, entre muchos otros son de gran relevancia. Sin embargo, estos dos rótulos tienen la ventaja de traer a primer plano dos categorías históricamente dejadas de lado en el análisis social y mencionadas sólo desde la patología y la desviación.
Pensar en términos de “heteronormatividad” y “cisnormatividad” resalta el hecho de que, además de factores como raza, clase social o religión, para ser un sujeto pleno de derechos se requiere ser además, y quizás ante todo, heterosexual y cisgénero.
Si conocemos las palabras podemos cambiar la manera en la que nombramos y percibimos el mundo. Decir “yo soy una mujer cisgénero y heterosexual” es muy diferente a decir “yo no soy trans, yo soy normal” o “yo no soy gay, yo soy como todo el mundo”. El primer enunciado puede sonar raro o demasiado técnico pero tiene la ventaja de eliminar el juicio de valor implícito en las otras dos frases.
Si reconocemos que ser una persona “cisgénero” y “heterosexual” no equivale a ser “normal”, “sin problemas físicos o mentales” ni “superior”, sino simplemente a ser eso, cisgénero y heterosexual, podemos empezar a relacionarnos con los demás desde una perspectiva que no pretenda ofender, herir, curar, tolerar ni compadecer.
Incluir estos términos en nuestro lenguaje puede ayudarnos a identificar mejor las causas de los problemas y pensar en posibles soluciones. Así tal vez algún día logremos cumplir el ambicioso sueño que Warner planteó hace más de 20 años: confrontar a la heteronormatividad que se da por sentada en la cultura moderna con su peor pesadilla, un planeta queer.
------------------------------------------Autor: PhD en Lenguas y literaturas romances de la Universidad de California, Berkeley. Es profesora de género y sexualidad y literatura latinoamericana en American University (Washington DC). @LaMJMartinez

EXPUESTO EN: http://sentiido.com/la-obligacion-de-ser-heterosexual/  (26/septiembre 2014)

viernes, 12 de septiembre de 2014

Sergio Urrego, suicidio y discriminación escolar.

                               Fotografía del colectivo Mujeres CONciencia

Lo sucedido con el joven de 16 años Sergio Urrego en la ciudad de Bogotá, más allá de enmarcase en la discriminación y persecución de las directivas del colegio Gimnasio Castillo Campestre, muestra la discriminación social, intolerancia e ideología conservadora que una parte de la sociedad Colombiana impone a los y las que defienden su derecho de ser diferentes. En un país que desde 1991 se declaró laico, plural y que se mofa de ser la democracia más antigua de América Latina, el caso del joven Sergio muestra tan solo la punta del iceberg de la estigmatización y persecución que sufrimos los que pensamos y trabajamos en este país para que una verdadera sociedad más justa e incluyente sea posible. El descaro con que algunas instituciones gubernamentales hablan de pluralidad democrática e inclusión social, cuidado y derechos de los niños y de cumplimiento a la ley, difiere mucho de su actuar real cuando frente a los cientos de casos presentados por discriminaciones, quemaduras en el rostro por ácido y asesinatos de género etc, se asumen con un silencio e inoperancia cómplice.

 Y es que en este país es costumbre convertir las victimas en victimarios y en hacer de la violencia física y psicológica el medio para obtener los "comportamientos y cosas" que una persona o grupo de personas en su cotidianidad nunca haría. Son varios los casos en que mujeres que denuncian haber sido violadas tienen que demostrar que fueron victimas, o escuchar la justificación "por algo será que se lo hicieron" frente a los cientos de casos de mujeres victimas de ácido en su rostro. La "naturalidad" con que algunos congresistas pueden mal hablar de la diversidad sexual tratándola de sexo excremental sin que conlleve a mayores sanciones, la "naturalidad" con que la Procuraduria puede imponer santuarios e imágenes católicas en sus oficinas y persigue a los funcionarios que están para defender los derechos de la población LGBT, el ICBF que habla de defender los derechos de los niños, no hace seguimiento a las miles de demandas recurrentes por irreponsabilidad alimentaria o abandono de hogar de padres y madres biológicos en cuanto a la protección y cuidado de los niños, pero si esta para negar una familia a una niña solo porque tienen dos mamás aunque tengan los cuidados necesarios por parte de ellas.

La cuestión va más allá, es una ideología conservadora, arcaica y recalcitrante amparada en los ideales de San Agustín que se convierte en fascismo en algunos casos, que impone sus ideales institucionales y morales a una sociedad cambiante, en donde "supuestamente" lo privado y lo público son aspectos sociales respetados, pero que si lo privado no responde a lo público, este último puede llegar a regular a tal punto que puede despojar  los derechos ciudadanos y humanos a su antojo, lo importante es mantener el "status quo" familiar y de género.  Para nadie es un secreto que la institución familiar en Colombia en gran parte es disfuncional y monoparental y que en la práctica parejas del mismo sexo conviven incluso mejor que muchas parejas heterosexuales, que el fin del matrimonio no es la reproducción porque para esta no se necesita estar casados y que desde los años 70´s y 80´s según la OMS la homosexualidad no es considerada enfermedad y que la pastilla del día después no es un aborto. Aún asi, muchos funcionarios públicos y privados insisten desde sus puestos de "micropoder" en imponer sus ideales conservadores, que llevan a situaciones tan catastróficas como la del joven Sergio Urrego.

Es hora de aceptar que transitamos en la postmodenidad y que ésta se fundamenta en los valores, percepciones y modos de organizacion social de las personas que viven en el mundo globalizado del siglo XXI, en donde el reconocimiento a la diversidad cultural y sexual es un derecho y un deber de las instituciones, de las leyes. Frente a esto nos preguntamos ¿Cómo la institución escolar esta abordando los cambios curriculares y organizacionales que la diversidad cultural y sexual requiere?, ¿Cuáles son las visiones que tienen los docentes frente a la diversidad cultural y sexual?, ¿Cómo los docentes en su práctica promueven una cultura de respeto e inclusión de la diversidad cultural y sexual con sus alumnos? esperamos que no todo se quede en las famosas competencias ciudadanas que hasta el momento solo están en el papel.

Grupo Mujeres CONciencia.
Cali-Valle-Colombia.
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Compartimos enlaces desde el periódico el Espectador, relacionados con el caso de Sergio, tal vez hasta ahora uno de los pocos medios de comunicación nacional que le ha da el cubrimiento e importancia que el caso merece:

Las pruebas de Sergio (7 sept 2014)
http://www.elespectador.com/noticias/bogota/pruebas-de-sergio-articulo-515085

Contradicciones en el caso del alumno (9 sept 2014)
http://www.elespectador.com/noticias/bogota/contradicciones-el-caso-del-alumno-suicida-articulo-515760

Del paraíso al infierno (11 sept 2014)
http://www.elespectador.com/opinion/del-paraiso-al-infierno-columna-516147


Polémica por proyecto de incluir la cátedra de género en colegios (8 sept 2014)
http://www.elespectador.com/noticias/politica/polemica-proyecto-ordena-instaurar-catedra-de-genero-co-articulo-515389


lunes, 21 de julio de 2014

Día Internacional del Trabajo Doméstico

Compañerxs socializo un correo de la Escuela Nacional Sindical con una invitación a conmemorar el Trabajo Doméstico y con datos interesantes  sobre la situación en Colombia de esta población.


BUENAS TARDES:

Mañana 22 de julio se conmemora el Día Internacional del Trabajo Doméstico, momento propicio para dar una mirada a las condiciones de las personas que laboran en este sector, y señalar las cuentas pendientes que tiene el estado colombiano con ellas, en el marco de los compromisos que asumió al ratificar los Convenios 100, 111 y 189 de la OIT relacionados con los derechos de estas personas.

En el trabajo doméstico hay 18 veces más mujeres que hombres, es decir, de 750.000 personas que laboran en este sector en Colombia, el 95% son mujeres. Pero aparte de feminizado, es un oficio por lo general precario, poco regulado, aún sin derechos sociales y marcada discriminación de género, raza y origen social.

En el país sólo 8.000 trabajadoras(es) tienen contrato de trabajo escrito, y apenas 14.6% cotiza a pensión. Y una investigación de la ENS y la Corporación Carabantú, dio que, en el caso de Medellín, el 91% de las domésticas internas trabaja entre 10 y 18 horas al día, el 90% no recibe pago de horas extras, el 86% recibe menos del salario mínimo, y más de la mitad afirma haber sido discriminada en su lugar de trabajo. Como también es deficiente la inspección del Ministerio del Trabajo. En 2013 solo hubo una visita que no hace parte de investigaciones, 2 visitas dentro de práctica de prueba en investigaciones, y 206 averiguaciones preliminares, de las cuales únicamente 14 terminaron en proceso sancionatorio.

Como parte de la conmemoración del Día Internacional del Trabajo Doméstico, mañana a las 5 de la tarde se realizará un evento en la Plaza de las Nieves, de Bogotá, que contará con la participación de organizaciones sindicales y de mujeres.

En archivo adjunto lea un artículo sobre el tema, y en corto video sobre el oficio doméstico en el enlace