Ponemos a disposición de los lectores este
maravilloso artículo de Maria Ximena Duzán, publicado en la revista SEMANA,
disfrútenlo.
Lo difícil de ser mujer
Por María Jimena Duzán
OPINIÓNLas mujeres
muñeca han conseguido triunfar en la política, ungidas como herederas por sus
cuestionados maridos o hermanos.
Pocas son
las ocasiones en que veo televisión nacional. Sin embargo, hace unos años, en
una de esas escasas oportunidades, prendí el televisor a la hora en que abren
los noticieros del medio día. Caí obviamente en la sección de entretenimiento,
que en realidad es la carne que nos ofrecen los in
formativos
desde que los canales decidieron no informar sino divertir, como los
payasos.
En la
pantalla había una niña de no mas de 12 años, de algún pueblo de la costa
Caribe que estaba siendo entrevistada. ¿“Qué quieres ser cuando grande”?, le
preguntó la periodista, una espigada y hermosa morena de esas que abundan en la
televisión y que parecen más que periodistas, modelos de pasarela. “Reina de
belleza”, respondió.
La respuesta
me cogió por sorpresa y con el pasar del tiempo me indigna cada vez más. Una
sociedad en la que las niñas de escasos recursos sueñan con ser reinas nos
debería avergonzar. No tengo nada contra los reinados pero sí contra el
imaginario que encarnan las reinas de belleza: una mujer que aprende a ser
medida por el tamaño de su cintura y no por su preparación; una mujer objeto y
no sujeto, una mujer hecha para adornar y no para ser protagonista de su propia
vida.
Esa niña que
quería ser reina de belleza no solo es una víctima de la pobreza y de la
incapacidad histórica del Estado colombiano por crear instituciones en las
regiones, sino que además es víctima de una sociedad patriarcal que no quiere
reconocerle a la mujer sus derechos ni su liderazgo en la sociedad.
El problema
se agrava aún más cuando uno ve que las mujeres que sí han tenido la
posibilidad de acceder a la educación y de llegar a la universidad siguen
siendo víctimas del machismo, como bien lo deja claro el informe especial de la
revista SEMANA que plantea lo difícil que resulta para la mujer que la
reconozcan y le abran espacio en la sociedad. En el informe se advierte un
hecho triste que a pocos historiadores importa: que luego de importantes
avances a comienzos y mediados del siglo XX, este siglo XXI ha sido para las
mujeres una involución en sus derechos.
Aunque el
número de mujeres que hoy asisten a las universidades representa una auténtica
revolución educativa, los estudios de la ONU demuestran que en materia de
participación política nos rajamos, y que a pesar de que son muchas las mujeres
que trabajan como los hombres, estas reciben un sueldo inferior y no llegan a
ocupar puestos de decisión. Es decir, que incluso en esos sitios donde ha
habido avances se sigue prefiriendo a las mujeres reinas de belleza.
Ese ideal de
mujer muñeca, ha conseguido triunfar en la política. Las pocas mujeres que han
llegado al Congreso a quedarse en los últimos años no lo han hecho por sus
propios méritos sino porque han sido impulsadas por sus cuestionados maridos o
hermanos, quienes las han ungido como sus herederas.
Su liderazgo
lo ejercen cumpliendo el papel de muñecas que son manejadas por un ventrílocuo.
Ese es el caso de Dilian Francisca Toro, de La U, de Arlette Casado, del
Partido Liberal, de Teresita García, o de la hermana de Óscar Suárez Mira. Para
no hablar de casos como el de Liliana Rendón, quien ha hecho su carrera
política en Antioquia como una de las más feroces opositoras al aborto y como
una senadora que cree que las mujeres se merecen las golpizas que les propinan
los hombres que viven con ellas.
Si uno
ahonda en sus biografías, encuentra que varias de ellas han sido reinas de
belleza o se comportan como tales. Quién quita que esa niña que apareció en la
televisión diciendo que quería ser reina, pueda llegar a ser la Piedad Zuccardi
del mañana.
En cambio
las mujeres que han hecho su carrera de manera independiente, que se atreven a
debatir en el Congreso y que no se comportan como muñequitas con ventrílocuo,
los partidos las desechan. A Cecilia López le hicieron el cajón en el Partido
Liberal hasta que la cansaron. Noemí Sanín fue condenada al ostracismo como si
no tuviera qué proponer ni qué decir y Piedad Córdoba fue maltratada por el
partido liberal antes de que el procurador la destituyera como senadora.
Solo se
salva Clara López, candidata por el Polo Democrático, una mujer de izquierda
altamente calificada y que muy seguramente va a tener que lidiar con el
machismo de la izquierda que tampoco se salva de esa enfermedad.
El problema
no es solo que el machismo exista. Lo grave es que no lo denunciemos y que nos
estemos acostumbrando a dormir con él en la misma cama y a tolerarlo.
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