Acerca
de la violencia a las mujeres en el proceso de acumulación del capital
Ester Kandel (especial para ARGENPRESS.info)
kandelester@fibertel.com.ar
La violencia laboral y la violencia doméstica cada vez se hacen más visibles en
nuestra vida cotidiana por las denuncias y resistencias a las mismas.
En varias oportunidades caracterizamos el fenómeno que se observó con el
desarrollo de la industria moderna con el reemplazo de la fuerza de trabajo
masculina por la de mujeres y niños. Esta elección, en parte tuvo que ver con
los cálculos relativos al coste de la fuerza de trabajo, las mujeres se
asociaban a la fuerza de trabajo barata y la ubicación en ciertos lugares de
poca jerarquía, considerados apropiados para el sexo.
Los orígenes de la incorporación de las mujeres al trabajo previo a la gran
industria, se realizaron bajo una trama violenta en las luchas entre la
aristocracia y la burguesía ascendente, entre el siglo XIV y el XVII, en la que
ciudades y pueblos fueron reducidos a cenizas. Así como eran visibles los
mendigos vagabundos, las mujeres solas fueron lanzadas al mercado de trabajo.
Analizando el proceso de acumulación del capital, en el capítulo la acumulación
originaria, Carlos Marx señala: el poder del capitalista sobre la riqueza toda
del país es una completa revolución en el derecho de propiedad, y ¿qué ley o
qué serie de leyes la originó?, repite la pregunta de una obra anónima y se
contesta: Mejor habría sido decir que las revoluciones no se hacen con leyes.
Para ubicarnos en el tema, el autor señala que: Las diversas etapas de la
acumulación originaria tienen su centro, en un orden cronológico más o menos
preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí en
Inglaterra donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan
sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el
moderno sistema tributario y el sistema proteccionista. En parte, estos
métodos, se basan, como ocurre con el sistema colonial, en la más avasalladora
de las fuerzas. Pero todos ellos se valen del poder del Estado, de la fuerza
concentrada y organizada de la sociedad, para acelerar pasos agigantados el
proceso de transformación del régimen feudal de producción en el régimen
capitalista y acortar los intervalos. La fuerza es la comadrona de toda
sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva.
Alexandra Kollontai (1921) concibiendo que el papel de las mujeres en la
sociedad y sus derechos dependían de su posición en la producción, describe ese
período, señalando quiénes eran y en qué condiciones se insertaban al trabajo:
las mujeres de artesanos arruinados, campesinas que procuraban sustraerse a las
cargas demasiado pesadas de los señores, viudas innumerables de innumerables
guerras civiles y nacionales, sin olvidar la cohorte hormigueante de los
huérfanos, las mujeres hambrientas obstruyeron las ciudades donde se refugiaron
en masa. La mayor parte de ellas se hundieron en la prostitución, mientras que
las otras ofrecieron sus servicios a los maestros artesanos con tesón que se ha
vuelto inhabitual en nuestros días. (…) Eran frecuentemente viudas o hijas de
viudas que, por su destreza en el trabajo o por su astucia contaban con
encontrar en el taller un marido a su conveniencia. La oleada de las fuerzas de
trabajo baratas en los talleres era tal en el siglo XIV y a principios del
siglo XV que las corporaciones, para poner freno a la competencia femenina,
fueron obligadas a reglamentar su acceso a los oficios artesanales. Ciertas
corporaciones disuadieron a sus maestros de que contrataran mujeres como
aprendiza. Se llegó incluso hasta prohibir a las mujeres el ejercicio de
ciertos oficios .
El cuadro se completaba que ante el hambre, la pobreza y la ausencia de
vivienda, muchas de las mujeres se refugiaron en los conventos. Se registra
también, que las mujeres de alta condición también se retiraron a los conventos
para escapar al despotismo de su marido o de su padre.
A lo largo del siglo XV y XVI las mujeres se agruparon en diversas asociaciones
para luchar contra sus condiciones de trabajo.
El surgimiento del “trabajo a domicilio” fue paralelo a la producción artesanal
promovida por los nuevos empresarios, quienes intermediaban en el mercado,
comprando la fuerza de trabajo y las primeras víctimas fueron las mujeres.
Estas perdieron parte de su beneficio y se vieron obligadas a aumentar la
productividad. Esta modalidad laboral representaba una forma transitoria entre
la artesanal y el trabajo asalariado.
Entre las afectadas se encontraban las campesinas, quienes lo consideraban un
aporte económico ante las exigencias de los terratenientes. Una manera de
extorsionarlas, eran amenazar a las prófugas con entregarla a su señor o
denunciar a la ciudadana abandonada por prostitución y vagabundeo, lo cual
implicaba para ella sanciones severas y humillantes.
Teniendo en cuenta estas situaciones, A. Kollontai, concluye: “Es por eso que
las obreras a domicilio y más tarde las asalariadas de las manufacturas
aceptaron las condiciones dictadas por ese chupador de sangre que fue el
intermediario.”
Las interminables jornadas de trabajo y la baja retribución llevaron a muchas
mujeres a vender su cuerpo abiertamente y la prostitución se propagó
masivamente.
Las mujeres adineradas también fueron perjudicadas, tal es así, que las
riquezas acumuladas no podían ser divididas entre numerosos herederos, por eso
las hijas perdieron su derecho a la herencia. En la época de la caballería, la
mujer había sido propietaria legal de su dote.
En la nueva legislación de los siglos XIV y XV, la mujer como en el pasado, fue
considerada como un ser de poca importancia y dependiente del hombre. Comparada
con los usos y costumbres de la
Edad Media , la posición de la mujer se había más bien
agravado en el transcurso del Renacimiento.
El matrimonio seguía siendo un asunto comercial, un simple asunto de dinero.
Sintetizando, con un juego de palabras, la autora citada, señala:
De un lado -el de la luz- resonaban las risas y los gorjeos de las bellas
ataviadas de seda y de piedras preciosas, en busca de diversiones. Del otro
lado -el de a sombra- en las capas más desfavorecidas de la población, las
campesinas y las obreras a domicilio llevaban una vida mísera, encorvadas bajo
el peso de un trabajo excesivo.
Estas diferencias se desplegaban en una época de gran creatividad en diversas disciplinas
y las mujeres gozaban de cierto reconocimiento, así como de ciertas libertades.
El protagonismo de las mujeres durante la revolución francesa
Diversas fuentes dan cuenta del protagonismo del proletariado femenino en las
vísperas de la revolución francesa en las calles de París, con presencia de
mendigos y prostitutas, de una multitud de mujeres sin trabajo y en la
participación de los motines de julio de 1789, manifestándose contra la
explotación de los ricos. Una de las peticiones, clamaba: “Si buscamos trabajo,
no es para liberarnos de los hombres, sino para edificarnos una existencia
propia en un ámbito modesto”.
La libertad de trabajo era reclamada por varones y mujeres, significando la
eliminación definitiva del feudalismo, la consolidación y el predominio de la
burguesía y la liquidación del privilegio de las corporaciones.
Se vivía una profunda crisis económica y social y el reclamo de pan cobraba
cierta envergadura porque según Eric Hobsbawm (1962) “en 1788 y en 1789, una
mayor convulsión en el reino, una campaña de propaganda electoral daba a la
desesperación del pueblo una perspectiva política al introducir en sus mentes
la tremenda y trascendental idea de liberarse de la opresión y de la tiranía de
los ricos. Un pueblo encrespado respaldaba a los diputado del tercer estado.”
¿Cuáles eran las peticiones de los burgueses?
Según el autor “las peticiones del burgués de 1789, están contenidas en las
famosas Declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano. Este
documento es un manifiesto contra la sociedad jerárquica y los privilegios de
los nobles, pero no a favor de una sociedad democrática o igualitaria. (…)
“oficialmente, dicho régimen no expresaría sólo sus intereses de clase, sino la
voluntad general ‘del pueblo’ al que se identificaba de manera significativa
con la ‘nación francesa’.
¿Cuáles eran los fundamentos para definir los derechos del hombre y no de las
mujeres? Sobre esta cuestión indaga Joan W. Scott (2012) cuando analiza los
fundamentos en que se basó la
Declaración de los Derechos del hombre, desde la perspectiva
de las mujeres en el período 1789-1944.
Para sustituir el Antiguo Régimen, en los debates parlamentarios, predominó la
necesidad de un gobierno basado en la soberanía del pueblo y el “orden natural
de las cosas”.
Esta elección excluyó de la ciudadanía a las mujeres, los esclavos y los
hombres de color libre, en la constitución sancionada en 1791. Esta declaración
de soberanía, dice Scott, “no era consistente con la negación de la ciudadanía
a las mujeres”.
Desde esa visión política se equiparaba individualidad con masculinidad, por lo
tanto los derechos humanos naturales y universales (a la libertad, la
propiedad, la felicidad) “daban a los hombres un común derecho a los derechos
políticos del ciudadano”
Uno de los que reconocía esta inconsistencia era Condorcet, al señalar que “el
concepto de igualdad política era en sí mismo paradójico, ya que necesariamente
ignoraba las diferencias que al mismo tiempo debía reconocer para declararlas
irrelevantes.”
La diferencia se explicaba en función del género, “a veces idealizado en
términos de una división funcional del trabajo reproductivo y otras, como la
expresión natural y por lo tanto incuestionable del deseo heterosexual.”
Para resumir las nociones que subyacían en la declaración de principios,
quedaba reducida a una diferencia sexual:
- masculinidad equivalía a la individualidad
- feminidad a alteridad, en una oposición fija, jerárquica e inmóvil.
La oposición a esta visión
Un verdadero desafío fue el accionar de Olympe de Gouges quien en 1791, publicó
la Declaración
de los derechos de la mujer y de la ciudadana, mientras se discutía el texto
constitucional, proponiendo que se lo adoptara como complemento.
Denunciaba el carácter incompleto de la declaración de principios, sosteniendo
que por naturaleza tienen los mismos derechos que los hombres.
¿Cómo lo hacía? Fundamentalmente como oradora, desde el podio de varios clubes
e incluso una vez en la
Asamblea Nacional , dónde asistía para seguir sus sesiones.
También solicitaba la abolición de la esclavitud y los derechos de los hijos
ilegítimos, el veto real y los hospitales de maternidad, reivindicaciones que
con frecuencia cubrían los muros de la ciudad de París. En 1788, en un panfleto
propuso la formación de un fondo patriótico para resolver la crisis financiera,
con contribuciones de todos los ciudadanos.
Es importante reconocer que Olympe de Gouges, fue una figura pública con cierta
visibilidad y debemos considerarla como emergente de aquellos ideales de
libertad e igualdad y de la presencia de numerosas mujeres en la producción
desde finales del siglo XVIII y el inicio del reconocimiento de la necesidad de
la fuerza de trabajo femenina.
La guillotina fue su destino. Después de enfrentarse con Robespière fue
arrestada y luego condenada a muerte.
Después de este recorrido podemos afirmar que la violencia en la sociedad
burguesa y que oprime a la mujer está producida en parte por la contradicción
entre el capital y el trabajo. Decimos en parte, porque la opresión a las mujeres
era preexistente al surgimiento de la burguesía y del sistema capitalista.
Temas en debate - Ayer y hoy
Aunque las penurias sufridas por las mujeres en los inicios del sistema
capitalista se han superado por el protagonismo de éstas, junto a las exigencias
del movimiento obrero, por cambiar las condiciones de vida, persiste una
tendencia en la brecha salarial y obstáculos en el acceso a tareas de mayor
cualificación, así como la imposibilidad de decidir sobre nuestro cuerpo,
reflejando la discriminación que existe entre varones y mujeres en esta
sociedad.
La intervención estatal, con políticas que no resuelven ni previenen: la
desnutrición infantil, el trabajo precario, la desocupación, la subocupación,
la carencia de viviendas, la muerte de mujeres por aborto clandestino, la
creación de instituciones de crianza de la primera infancia, así como la trata
de personas, también reflejan intereses que no son precisamente los populares.
Ayer
Los debates acerca de la significación de la “cuestión de las mujeres” y la
intervención de destacadas personas y organizaciones giran alrededor de la
relación de su accionar con el contexto. En este sentido, considero valiosa la
reflexión de A. Kollontai, cuando refuta este argumento:
Las mujeres habrían empezado a organizarse y a defender sus intereses y, a todo
lo largo del siglo XIX, habrían arrancado un derecho tras otro mediante una
lucha encarnizada.
Esta concepción es totalmente falsa. La historia de la liberación de la mujer
transcurrió verdaderamente de una manera diferente.
Las feministas combativas -como Olympe de Gouges en Francia, Abigail Smith
Adams en América o Mary Wollstonecraft en Inglaterra- pudieron formular la
“cuestión de las mujeres” de manera tan precisa únicamente porque numerosas
mujeres trabajaban a finales del siglo XVIII en la producción y porque la
sociedad empezaba a reconocer como necesaria su fuerza de trabajo. (…)
Debido a sus posiciones iniciales diferentes, las mujeres llegaron también a
soluciones diferentes sobre la contradicción entre el papel de la mujer en la
producción y sus derechos en el estado y la sociedad. Pero pueden reagruparse
bajo un denominador común: el derecho al trabajo. Este derecho al trabajo
equivalía, en aquella época, a la victoria de la revolución. Se trataba entonces
de liquidar definitivamente el feudalismo y sentar las bases de un nuevo
sistema económico. Por eso, del mismo modo que para la conquista del derecho al
trabajo para la mujer, había que asegurarse el poder político. Es por eso que
las feministas burguesas cometieron un error enorme al intentar demostrar que
la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos y su conciencia creciente
de su derecho a la dignidad humana les permitirían acceder a la vida
profesional. La historia demuestra exactamente lo contrario (…).
Hoy, siglo XXI, reiteramos la pregunta ¿es posible la igualdad de oportunidades
entre varones y mujeres en el ámbito laboral en una sociedad desigual?
Una pregunta con respuesta, ya que consideramos que la población femenina forma
parte de las clases sociales. Las trabajadoras por lo tanto forman parte de la
clase explotada y afectada por las relaciones de poder entre hombres y mujeres,
el patriarcado. En general este tema es presentado en forma disociada de las
relaciones económicas y políticas y focalizadas en las relaciones de varones y
mujeres.
Un debate que se ha reiterado durante el siglo XX, y nuevamente recurrimos a la
revolucionaria, Alexandra Kollontai, quien planteó con firmeza en sus
conferencias a las jóvenes obreras rusas, sobre la historia de las mujeres:
Hoy, vamos a comprobar que la mujer, en el seno del sistema capitalista, no
será nunca capaz de alcanzar una liberación total ni una completa igualdad de
derechos, cualquiera que sea su participación -activa o no- en la producción. ¡Muy
al contrario! Sigue habiendo una contradicción insuperable entre su significado
económico y su dependencia y su situación sin derechos en la familia, el estado
y la sociedad.
Coincidiendo con esta afirmación, que la necesidad y deseo de promover un cambio
para enfrentar los obstáculos que traban el desarrollo igualitario de la
sociedad exige una reflexión acerca de la liberación de las mujeres y la
emancipación social y como parte de la clase trabajadora tenemos que abordar la
relación clase - género.
Notas:
1) Marx, Carlos, La llamada acumulación originaria, capítulo XXIV, El Capital,
Tomo 1, Editorial Cartago, 1956.
2) Comisaria del Pueblo (Ministra) de Bienestar Social desde octubre de 1917
hasta marzo de 1918 en la naciente Revolución Rusa. Fue la única mujer del
gabinete y la primera mujer en la historia en un cargo ejecutivo.
3) En Francia, por ejemplo, una ley emitida en 1640, prohibió a las mujeres que
fabricaran encajes de bolillos cuando se trataba en este caso de un oficio
típicamente femenino.
4) En la baja Edad Media se abrieron refugios para mujeres solas, llamados
beguinajes. Eran financiados en gene-ral por los donativos de ricos
bienhechores que procuraban así obtener el perdón por sus pecados y asegurarse
un sitio en el más allá. Los beguinajes eran una especie de comunidades de
mujeres trabajadoras, animadas por un espíritu religioso estricto. Las
habitantes de esas casas llevaban una vida de abnegación y se comprometían a
realizar todo el trabajo que se le confiaba. Llevaban un traje especial y en
sus cabezas un pañuelo blanco o be-guín, a guisa de cofia que las distinguía de
las demás mujeres de la ciudad. Es por esta razón que se llamaban beguinas.
Debían llevar a cabo todas las tareas - visitar enfermos, coser, hilar, etc
-que los burgueses exigían de ellas.. Los beguinajes prosperaron entre el siglo
XIII y principios del XVI, luego desaparecieron.
5) Se emitieron leyes que sancionaban la prostitución, pero sin tener en cuenta
las condiciones que incitaban a las mujeres a que ejercieran ese oficio.
6) El tercer estado triunfó frente a la resistencia unida del rey y de los
órdenes privilegiados, porque representaba no sólo los puntos de vista de una
minoría educada y militante, sino los de otras fuerzas mucho más poderosas: los
trabajadores pobres de las ciudades, especialmente de París, así como el
campesinado revolucionario. Pero lo que transformó una limitada agitación
reformista en verdadera revolución fue el hecho que la convocatoria de los
Estados Generales coincidiera con una profunda crisis económica y social.
7) Scott, Joan Wallach, Las mujeres y los derechos del hombre - feminismo y
sufragio en Francia, 1789-1944, Editorial Siglo XXI, 2012.
8) El motivo de su arresto fue haber tapizado los muros de París con un cartel
que anunciaba su folleto Les trois Urnes, ou La salud de la patria, donde
abogaba por el federalismo, posición asociada a los girondinos y sus teorías de
la representación.
9) Olympe de Gouges escribió lo siguiente en su célebre manifiesto: “El fin de
toda asamblea legislati-va ha de ser proteger los derechos inalienables de
ambos sexos: libertad, progreso, seguridad y protección ante la opresión. Todos
los ciudadanos y todas las ciudadanas han de poder participar directamen-te y
por mediación de sus propios representantes en la legislación. Todas las
ciudadanas han de tener un acceso igual al conjunto de las profesiones de la
función pública así como a los honores que las acompañan”.
Bibliografía:
- Hobsbawm, Eric, La era de - Kollontai, Alexandra, Mujer, historia y sociedad - sobre la liberación de la mujer, Editorial Fontamara, Barcelona, 2ª edición, 1982.
- Marx, Carlos, La llamada acumulación originaria, capítulo XXIV, El Capital, Tomo 1, Editorial Cartago, 1956.
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