Por: Faber David Angulo S. Sociólogo-Universidad del
Valle
Al
abordar un articulo como éste puede que el lector tome de entrada una actitud
prevenida frente a su temática, sin embargo ello también puede incitar a tomar
posición sobre un problema que parece no estar tan visible y al mismo tiempo no
ser tan fácil de abordar, pero sí sugerir una pregunta tan simple como: ¿Qué es
el racismo? Desafortunadamente no se podría contestar de una manera tan
contundente, pero al menos se pueden dar elementos claves para su comprensión,
sobre todo en una sociedad como la nuestra.
El
racismo es una práctica social enraizada en la historia de las sociedades
latinoamericanas desde su constitución, puesto que ello implicó la
clasificación por razas que hicieron los colonizadores blancos al atribuirse la
superioridad sobre los demás grupos étnicos –indígenas, africanos- para
constituir su dominio, atribuyéndole a dichos grupos, características de
anormalidad e inferioridad en términos culturales, sociales y económicos. Es
una relación social específica que se basa en la discriminación de los sujetos
por el color de piel, imputándole características de inferioridad en todos los
aspectos de sus vida; este tipo de relación expresa en buena medida las
desigualdades y diferencias a partir de la forma cómo la sociedad clasifica a
sus miembros racialmente (características fenotípicas de las personas) a todos
sus miembros y cómo los organiza jerárquicamente para mantener un domino,
quedando en el más bajo nivel quienes son considerados inferiores por
pertenecer a un grupo racial definido.
En
América Latina se constituyó de acuerdo a las formas de reproducción ideológica
que construyeron las elites, al proponer una sociedad homogenizada a partir de
la raza, con ciertas condiciones históricas que hicieron parte de los grupos
raciales considerados minorías. De manera, que negros e indígenas siempre estuvieron en
lo más bajo de la pirámide social por ser diferentes fenotípicamente y poseer
prácticas culturales distintas frente al resto de la sociedad, pero además
porque el grupo dominante tuvo la necesidad de mantenerlos allí para conservar
sus dominio.
Aquí
es clave el aporte de Anibal Quijano en su texto “Colonialidad del Poder y
Clasificación Social”[1]
donde se plantea que la sociedad occidental impuso un orden social que
estructuró relaciones de poder y dominación basadas en unas formas especificas
de ser lo que llamaría sistema-mundo-moderno-capitalista-colonial donde se
validan una sola forma de ser combinado, de manera que el ideal de esta
sociedad está caracterizado por ser blanca, heterosexual, cristiana, adinerada,
entre otras, y lo que no es así, debe estar aislado ó en su defecto en lo más
bajo de la pirámide social.
Ahora
bien, lo interesante es que el racismo empieza a tomar sentido desde lo que se
puede entender como estigma social. Ello no es otra cosa que, una condición
necesaria para jerarquizar la sociedad de acuerdo a prácticas que tienen
algunos grupos minoritarios, cuando no logran tener un espacio social que les
dé un reconocimiento de sus particularidades. Esto tiene que ver con el hecho
de no permitir desarrollar relaciones sociales más cohesionadas porque se ven
algunas prácticas como algo que representa una especie como de anormalidad
frente al resto de individuos y grupos, ya que la diferenciación es bastante
marcada.
Por
eso el estigma es un distintivo de algunos grupos, debido a que la sociedad los
relaciona con cuestiones culturales y sociales que son consideradas de forma
nociva, más aun cuando existen diferencias de lenguaje y formas de organización
social propias de estos grupos en el ámbito familiar ó cotidiano. Ya en el
terreno de lo público el estigma funciona muy bien para establecer las
principales formas de aislar y delimitar la relación con los demás grupos
puesto que logra mantener una idea de ellos que a la vez logra ser
interiorizada y reproducida por quienes llevan este distintivo, sin importar la
reafirmación de su identidad y comportamientos.
Visto
de esta manera se puede decir que los grupos étnicos socialmente diferenciados
se les atribuye características de comportamiento por parte del resto de la
sociedad, bien sea por una supuesta historia como grupo que al tratar de ser
identificado solo se hace mediante estos aspectos y siempre se les aparta,
podría entonces afirmarse que el estigma es una situación estrechamente
relacionada con la discriminación pues al haber esta -si es que no es primero-
porque crea y reproduce unas ideas acerca de individuos ó grupos y a partir de
ahí se les considera inferiores y así mismo se les asigna sus roles. Por
ejemplo, a los indígenas se les consideró por mucho tiempo personas con
comportamientos salvajes solo por el hecho de no vestirse, hablar y
relacionarse socialmente con los demás grupos como dice la sociedad que deben
ser las personas civilizadas, lo cual ayudó a configurar unas ideas acerca de
ellos para luego discriminarlos lo que supuso una alta jerarquización en la
sociedad, con los indígenas en la parte más baja, inclusive hasta en lo
cotidiano, lo que terminó por justificar ciertas agresiones por parte de
algunos sectores a la vez que estos empezaron a sentir pena por sus costumbres,
o sea que ser indígena se había convertido en sinónimo de bajeza e inferioridad.
El
racismo es entonces una práctica que sigue siendo parte de las sociedades
latinoamericanas siempre mantuvieron la idea del racismo de diferentes formas,
aun sabiendo lo complicado que resulta unir a todos los miembros que la
conforman. Esto quizás como estrategia de dominación pero también de
aislamiento de los grupos raciales minoritarios, sin embargo aparecen
situaciones complejas que expresan la diferenciación marcada en estos términos,
lo que supone un conflicto constante que lleva a desdibujar el racismo en
momentos cruciales de su devenir histórico. El racismo se esconde bajo un
sofisma de la igualdad que ostenta el orden jurídico –como el colombiano- que
no alcanza a ver las formas como se representan los sujetos desde una
perspectiva étnica y los que es más complicado, es la forma tan sutil y
cotidiana como se mantiene a pesar de las conquistas que otorgaron nuevos
escenarios de discusión y participación en dinámicas mucho más elaboradas de
inclusión y desarrollo social.
[1] Quijano, Aníbal. Colonialidad del poder y clasificación social, en
El giro Decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más allá del
capitalismo global, Pontificia universidad Javeriana-Instituto Pensar. Siglo
del Hombre Editores.
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