EL MITO DEL AMOR; y sus consecuencias en las relaciones de pareja.
Pilar Sanpedro.
Te vas porque yo quiero
Que te vayas.
Y a la hora que yo quiero
Te detengo.
Yo sé que mi cariño te hace falta
Aunque quieras o no.
Yo soy tu dueño.
(Ranchera. La media vuelta. José Alfredo Jiménez)
Todo amor es fantasía;
Él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
Inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.
(Machado).
Que te vayas.
Y a la hora que yo quiero
Te detengo.
Yo sé que mi cariño te hace falta
Aunque quieras o no.
Yo soy tu dueño.
(Ranchera. La media vuelta. José Alfredo Jiménez)
Todo amor es fantasía;
Él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
Inventa el amante y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.
(Machado).
Actualmente, la violencia doméstica se ha convertido en una
cuestión con una dimensión pública mayor que en otras épocas debido a la gran
cantidad de interpretaciones que sobre ella se realizan desde diferentes
instancias.
La idea de este artículo no es aportar un análisis más sobre
el tema, sino plantear una reflexión sobre un asunto que nos afecta a todas las
personas en alguna medida y que, en el caso de las mujeres, es una de las
muchas variables que sustentan las situaciones de violencia. Me refiero al
modelo amoroso de nuestra cultura occidental, al mito del amor-pasión y a sus
consecuencias en las relaciones de pareja actuales.
Intentaré analizar brevemente este modelo y sus proyecciones
en el presente para plantear como hipótesis que uno de los factores
(evidentemente no elúnico ni el más importante) que facilita, fav orece y
sustenta la violencia de género más dramática y también las microviolencias
cotidianas en lasrelaciones de pareja, es el modelo de amor “romántico”
presente en n uestracultura. Mi reflexión comienza cuando observo que en los
relatos de las mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de su
pareja aparecen sistemáticamente elementos de esta idea del amor que he llamado
romántico sobre el que estas mujeres han construido su
universo y su biografía.
La idealización del amor-pasión
Nuestra cultura es excesivamente compleja como para explicar
los asuntos de la pasión y el corazón como si fuesen únicamente una cuestión de
hipotálamo, de feromonas, de olor corporal o de evolución (elegimos al más apto
para procrear). Mi experiencia en el campo de la clínica y la terapia
de pareja me hace pensar que el tema del enamoramiento es
mucho más complejo y tiene que ver, sobre todo, con la construcción que nuestra
cultura realiza sobre el amor. Explicar cómo la ideología del amor y el cebo
del romanticismo sustentan en nuestras sociedades la estructura familiar
supone, desde mi punto de vista, entender cómo, a estas alturas de nuestra
historia, el matrimonio y la pareja siguen siendo núcleos fundamentales en la
organización de nuestras comunidades.
En una encuesta realizada por el sociólogo José Luis
Sangrador (1) aparece el dato significativo de que el 90% de las personas
encuestadas manifiestan que no se casarían con alguien del que no se sintiesen
enamoradas. ¿Cómo se consolida, pues, el matrimonio en sociedades no
utilitaristas y librepensadoras? Uniéndolo a la pasión. Lo que no parece que
aprendamos es que el amor novelesco triunfa sobre gran cantidad de obstáculos,
pero hay uno contra el que se estrellará siempre: la duración.
Sin la idealización del amor-pasión es bastante probable que
nuestros escépticos y cada vez más laicos jóvenes no se unirían ni por lo civil
ni por la Iglesia para crear una familia. En todo caso, tendrían más claro quee
l matrimonio convenido para pagar el piso o la luz a medias, construir una
económica o tener hijos o mantener relaciones sexuales es más una cuestión de
contrato y no tanto una unión romántica o pasional. Descubrir esta trampa,
analizarla y asumirla genera bastante confusión en nuestras vidas, algunas
dificultades, frustración y muchas consultas. Lo que más esquizofrenia produce
en las parejas es que la pasión arruina la idea misma de matrimonio
precisamente cuando se les había presentado como sustentadora y motivadora de
él.
Para hablar de esta ideología del amor o su construcción
social me remito a un sociólogo e historiador suizo (2) y a su ensayo El amor y
Occidente. Para Denis de Rougemont, la cultura occidental, a través de su
lírica, nos presenta un modelo amoroso que tiene una serie de características:
la ideandel amor presupone el gusto por las desgracias, por los amores
imposibles (Tristán e Isolda, Romeo y Julieta), la hiperidealización del amor y
de la persona amada. De tal forma es así que el amor feliz no tiene historia,
sólo el amor amenazado y condenado es novelesco y cinematográfico. Lo
quenexalta el lirismo occidental no es el placer de los sentidos ni la paz
fecunda de la pareja, no es el respeto y el conocimiento del otro, sino el amor
como pasión sufriente.
El amor en la literatura y el cine
En la literatura y el cine los personajes que encarnan a los
héroes románticos no se aman; lo que aman es el amor, el hecho mismo de amar. Y
actúan como si hubiesen comprendido que todo lo que se opone al amor lo
preserva y lo consagra en su corazón, para exaltarlo hasta el infinito. Los
amantes son más felices en la desgracia de amor que en la tranquilidad
cotidiana del afecto mantenido. Se necesitan uno a otro para arder, pero no al
otro tal y como es, y no la presencia del otro, sino más bien su ausencia. Son
los obstáculos más graves los que se prefieren por encima de todo para
engrandecer la pasión.
A veces no es el obstáculo lo que está al servicio de la
pasión fatal, sino que, al contrario, se ha convertido en la meta, en el fin
deseado por sí mismo. Pienso, por ejemplo, en la sicología de los celos,
deseados o provocados, solapadamente favorecidos para volver a sentir como al
principio, y en toda la literatura que se ha generado en torno a ellos.
La literatura dotó de lenguaje a la pasión. ¿Cuántas
personas reconocerían el sentimiento amoroso si no hubiesen oído hablar jamás
de él? Pasión y expresión apenas son separables. A partir del momento en el que
el instinto se pierde, la pasión tiende a relatarse a sí misma, sea para justificarse,
para exaltarse o simplemente para mantenerse. La adopción de
cierto lenguaje implica y favorece el desarrollo de ciertos sentimientos: “mi
vida ha sido una larga espera hasta encontrarte”, “no puedo vivir sin ti”, “sin
ti no soy nada”, “pasión que aísla del mundo”, “quemadura suave”, “te quiero
más que a mi vida”, “mátame de pena pero quiéreme”.
Por supuesto que actualmente en la literatura y en el cine
se cuentan historias que nos dicen lo que pasa después del “fueron felices y
comieron perdices”, pero aquí estoy hablando de nuestros mitos. Lo que hace que
una historia se convierta en mito es precisamente ese imperio que ejercen sobre
nosotros y a pesar nuestro y generalmente sin que lo sepamos.
Un mito es una historia, una fábula simbólica, simple y patente,
que resume un número infinito de situaciones más o menos análogas. El mito
permite captar de un vistazo ciertos tipos de relaciones constantes y
destacarlas del revoltijo de las apariencias cotidianas. En un sentido más
estricto, los mitos traducen las reglas de conducta de un grupo. El mito se
deja ver en la mayor parte de nuestras películas y novelas, en su éxito entre
las masas, en las complacencias y los sentimientos que despiertan, en nuestros
sueños de amores milagrosos. El mito de la pasión actúa en todos los lugares en
los que ésta es soñada como un ideal y no temida como una fiebre maligna; en
todos los lugares en que su fatalidad es requerida, imaginada como una bella y
deseable catástrofe. Vive de la misma vida de los que creen que el amor es un
destino, que nos ha de consumir con el más puro y
más fuerte y más verdadero fuego, que arrastra felicidad,
sociedad y moral.
Vive de la misma vida que nuestro romanticismo.
Racionalmente, sabemos que la pasión y el deseo se acaban,
que la vida en común es complicada e implica una negociación constante, que la
convivencia transforma irremediablemente el deseo; sin embargo, vivimos aún en
la idea del mito del amor-pasión que ha generado y genera un prototipo de
relación.
Sabemos que el amor es una cosa pero fantaseamos con otra:
un amor eterno, único y permanente en el tiempo.
Una construcción de Occidente
El mito del amor pasional es una construcción de Occidente.
En Oriente y en la Grecia contemporánea de Platón el amor es concebido como
placer, como simple voluptuosidad física. Y la pasión, en su sentido trágico y
doloroso, no solamente es escasa, sino que además, y sobre todo, es despreciada
por la moral corriente como una enfermedad frenética.
El concepto de amor no existe en China. El verbo amar es
empleado sólo para definir las relaciones entre la madre y los hijos. El marido
no ama a la mujer, “tiene afecto por ella”. A los chinos se les casa muy
jóvenes y el problema del amor no se plantea. No comparten las eternas dudas
europeas: ¿es amor o no esto que siento?, ¿amo a esta mujer, a este hombre o
siento sólo afecto?, ¿amo a ese ser o amo al amor? Tampoco sienten
desesperación o dolor cuando descubren que han confundido el amor con las ganas
de amar. Un psiquiatra chino consideraría síntomas de locura estas cuestiones.
Mientras que en muchos países los matrimonios son concertados previamente, en
nuestras sociedades, la base de una institución social básica, la familia, se
fundamenta en el amor romántico.
El ideal romántico construido culturalmente ofrece al
individuo un modelo de conducta amorosa, organizado alrededor de factores
sociales y psicológicos; durante nuestra larga socialización aprendemos lo que
significa enamorarse, le asociamos a ese estado determinados sentimientos que
debemos tener, el cómo, el cuándo, de quién y de quién no... Algunos elementos
son prototípicos: inicio súbito (amor a primera vista), sacrificio por el otro,
pruebas de amor, fusión con el otro, olvido de la propia vida, expectativas
mágicas, como la de encontrar un ser absolutamente complementario (la media
naranja), vivir en una simbiosis que se establece cuando los individuos se
comportan como si de verdad tuviesen necesidad uno del otro para respirar y
moverse, formando así, entre ambos, un todo indisoluble.
Este concepto de amor aparece con especial fuerza en la
educación sentimental de las mujeres. Para nosotras, vivir el amor ha sido un
aspecto que empalidece a todos los demás. Nuestras heroínas literarias como
madame Bovary, la Regenta, Julieta, Melibea, la Dama de las Camelias, Ana
Karenina...viven el amor como proyecto fundamental de su vida. La escritora
Lourdes Ortiz (3) analiza cómo en la mayoría de estas historias vemos que lo
que para la protagonista es la vida entera, para el personaje masculino es sólo
una parte de su existencia. El amor como proyecto prioritario y sustancial
sigue siendo fundamental para muchas mujeres, sin el cual sienten que su
existencia carece de sentido.
A pesar de los cambios profundos conseguidos en el siglo XX
por el movimiento feminista, las mujeres, en mayor medida que los hombres,
asumen ese modelo de amor y de romanticismo que nos hace ordenar nuestra
biografía y nuestra historia personal en torno a la consecución del amor.
Muchas mujeres buscan aún la justificación de su existencia dando al amor un
papel vertebrador de la misma, concediéndole más tiempo, más espacio imaginario
y real, mientras que los hombres conceden más tiempo y espacio a ser
reconocidos y considerados por la sociedad y sus iguales (4).
Mientras que, por lo general, solemos elegir a las amistades
entre aquellas que más nos gratifican, que más nos respetan y que más compensaciones
emocionales y afectivas nos reportan, sin embargo, es posible que nos
relacionemos a nivel de pareja con personas que no sólo no nos gratifican, sino
que nos llenan de amargura, sufrimiento y daño físico y psíquico.
¿Cómo explicar la persistencia del amor o la relación en
estos casos? ¿Cómo se puede amar a quien te mortifica y anula? No es una
cuestión de irracionalidad, y me niego a creer que las personas, sobre todo
mujeres, que viven estas situaciones son tontas, masoquistas o descerebradas.
Es importante que comencemos a explicar esos amores patéticos y llenos de
sufrimiento, sacrificios personales y renuncias, sobre todo cuando, en mayor o
menos medida, muchas personas han vivido y soportado en sus relaciones de
pareja alguna que otra humillación, falta de respeto por sus opciones u
opiniones, limitaciones a la libertad, algún que otro desprecio, presiones para
hacer esto o lo otro, chantajes e imposiciones.
La “espiral de violencia”
Las mujeres que “aman demasiado”, aquellas que buscan el
amor romántico obstaculizado por la elección de personas difíciles, agresivas o
controladoras tienen más posibilidades de vivir en la violencia, consentirla y
permanecer en ella, porque esa relación es la que da sentido a su vida.
Una de las características que tienen todas las historias
relatadas por mujeres que sufren maltrato es precisamente esa discontinuidad en
la relación. No son historias afectivas templadas por los años, sino que
aparecen siempre intervalos de paz y dolor, fases de “luna de miel” entre los
episodios de maltrato: hoy te maltrato y mañana te amo más que a mi vida, sin
ti no soy nada, perdóname, te quiero; todo ello acompañado de muestras
extraordinarias de cuidados y cariño hasta la próxima escena. Se le ha dado el
nombre técnico de “espiral de violencia”, en la que los episodios de maltrato
son cíclicos.
Cuando las mujeres se plantean abandonar al maltratador
tienen que reconstruir su nueva biografía en un contexto ajeno a sus
tradiciones y abandonar un lugar en el que se comportaban como amantes esposas
y madres.
Se trata de dejar su proyecto vital; renunciar al amor es el
fracaso absoluto de su vida, y es muy difícil que vean en ese cambio una
promesa de vida mejor. Las mujeres siguen interpretando la ruptura matrimonial
como un problema individual, como una situación estresante y anómala y no como
la liberación de una situación opresiva que, además, debe ser tratada como
problema colectivo y no individual. Y en este sentido, es la sociedad la que
debe rehabilitarse, la que debe ser llevada a terapia, porque son las
construcciones, las historias y los mitos de esa sociedad los que están en el
origen y la raíz del problema de la violencia doméstica.
Nuestro modelo social es el máximo legitimador de éstos y
otros comportamientos, y como tal, la violencia doméstica será el plato de
todos los días si no somos capaces de cuestionarnos qué tipo de sociedad genera
maltratadores, qué sociedad genera esta patología del vínculo amoroso. A su
vez, debemos pensar qué tipo de cultura es la nuestra para que mujeres
capaces y adultas soporten, en nombre del amor, la humillación y el
sufrimiento; para que, en lugar de escapar de esas situaciones, busquen
soluciones peregrinas y absurdas como tener hijos, automedicarse o disculpar a
su pareja para no perder aquello que fundamenta su vida: el amor.
Condenar la pasión en bloque sería querer suprimir uno de
los aspectos de nuestra creatividad y de nuestra historia. Además de imposible,
es una tarea titánica. Mi pretensión es sólo la de alertar, prevenir, analizar,
aislar la pasión, desmontarla, si se quiere, para observarla y conocer mejor
sus propiedades. Hacernos más conscientes de este proceso nos hace más libres,
y hablar de la utopía nos acerca más a ella y a susposibilidades, a la búsqueda
de más alternativas al modelo al
uso, de mayor calidad, más plásticas y que nos ahorren
sufrimiento. Mi experiencia profesional y también personal me dice que quien da
mucha importancia a su vida amorosa en detrimento de otros aspectos vitales
sufre más, se suscribe antes al sufrimiento como meta, en comparación con
aquellas personas que muestran menos interés por el campo sentimental y que
ponderan en su justa medida la vivencia del amor.
Me gustaría educar a las nuevas generaciones en un análisis
más crítico de este modelo amoroso y estaría más conforme si les hiciéramos
planteamientos más realistas sobre la arbitrariedad de la elección amorosa. Me
gustaría que entendamos que no hay nadie en el mundo que pueda colmarnos
definitiva y eternamente, que los afectos son múltiples, de diferente pelaje y
complejidad, que el amor no puede basarse en renuncias y sacrificios y que
nunca deberíamos abandonar nuestra individualidad, nuestros proyectos
personales, nuestro espacio propio en aras del amor.
Pilar Sanpedro*
*El mito del amor y sus consecuencias en los vínculos de pareja*
(Página Abierta, 150, julio de 2004)
http://www.pensamientocritico.org/pilsan0704.htm
Además en el portal http://mujerdelmediterraneo.blogspot.com/2013/08/el-mito-del-amor-y-sus-consecuencias-en.html (12 agosto 2013)
___________________
(1) Sangrador, José Luis: “Consideraciones psicosociales sobre el amor
romántico”, Psicothema, 1993, vol 5, Suplemento, pp.181-196.
(2) De Rougemont, Denis (1979): El amor y Occidente, Editorial Kairós,
Barcelona.
(3) Ortiz, Lourdes (1997): El sueño de la pasión, Planeta, Barcelona.
(4) Altable Vicario, Charo (1998): Penélope o las trampas del amor, Nau
Llibres, Valencia
___________________
(1) Sangrador, José Luis: “Consideraciones psicosociales sobre el amor
romántico”, Psicothema, 1993, vol 5, Suplemento, pp.181-196.
(2) De Rougemont, Denis (1979): El amor y Occidente, Editorial Kairós,
Barcelona.
(3) Ortiz, Lourdes (1997): El sueño de la pasión, Planeta, Barcelona.
(4) Altable Vicario, Charo (1998): Penélope o las trampas del amor, Nau
Llibres, Valencia